Zebela
El jalón de cabello que me dio Maricella rompió el hilo de mis meditaciones y me trajo de vuelta a la realidad, una dolorosa y desesperanzadora.
Abrí los ojos y miré a mi alrededor en busca de algún guardia, pues la última vez que ella vino trajo a uno para azotarme. Pero solo estaba ella allí, lo que me pareció raro y sospechoso.
—Vine a traerte una cura, para que veas que no soy tan mala como piensas —dijo con sarcasmo. Luego sacó una ampolla de vidrio con un líquido rojo y lo puso frente a mi rostro—. Lo único que tienes que hacer es beberte esta cura, y todos tus problemas se acabarán.
La miré aterrada al entender el significado de sus palabras. Mis ojos se posaron sobre la ampolla que sostenía; luego regresé la mirada a su sonrisa malvada. Entonces me di cuenta de lo que debía ser "la cura".
—D-déjame en paz... —demandé. Por más que intenté sonar firme, mi voz se quebraba debido a mi estado de salud, lo que me dificultaba el habla.
—Tendrás mucha paz después de que te tome