Tres días después...
Zebela
La brisa fría y salada soplaba con violencia, levantando con furia mi cabello y el vestido sencillo que me había comprado Bastian en el puerto.
Lo busqué con la mirada y sentí que tenía un déjà vu al encontrarlo en la proa, observando el vasto y oscuro mar, que recibía pequeños besos de la luna, cuyo brillo resaltaba en un cielo casi negro e invadido por estrellas.
Mi corazón palpitó con fuerza cuando comparé este momento con un recuerdo. Al igual que esa vez, Bastian estaba absorto en sus pensamientos, con la mirada perdida en el mar. El escenario era perfecto, y él resaltaba por su belleza varonil y salvaje.
Tragué pesado y me acerqué con pasos nerviosos, pues temía ser inoportuna. Desde que abordamos —dos días atrás—, él ha estado actuando extraño. Lo he sentido más callado y distante, como si algo lo preocupara de una manera que le era difícil de controlar.
Quería ayudarlo, pero no sabía qué hacer con exactitud.
—¿No puedes dormir? —se me ocurrió pregun