Zebela
Humo...
Era todo lo que veía. Mucho humo. ¿Dónde estaba? No había sonido, ni olor, ni sensaciones, solo humo y mi consciencia. De repente, un pitido estalló en mis oídos y el humo se transformó en una luz blanca. Luego, sentí ardor en mis ojos.
Parpadeé varias veces hasta que estos se acostumbraron a la luz de la habitación que se colaba por la ventana.
Ahora sí percibía mi alrededor; mi cuerpo y mis sentidos regresaron. Con la vista clara y todas las formas completas delante de mí, me sentí asustada por la familiaridad de los olores, los colores y el ambiente.
Me transporté al pasado. Sentí que el tiempo no había transcurrido y que nunca había salido de Zafiro. ¿Y si nada de lo que viví con Bastian fue real?
Con dificultad, me incorporé y miré a mi alrededor, todavía desorientada y confundida.
Entonces, la vi. Era Lidia. Ella estaba abriendo las ventanas y llenando de luz mi antigua habitación, esa donde lloré por Roan muchas noches. ¿Por qué estaba aquí?
—¡Bastian! —grité, al