Zebela
La brisa de la mañana jugueteaba con las hebras de mi cabello libre, al mismo tiempo que soplaba una caricia fresca y sutil, que contrastaba con el huracán en mi interior.
Sentía que moriría cada vez que los latidos de mi corazón retumbaban en mi pecho y mi respiración dificultosa se atascaba en mis pulmones. Las miradas de desagrado de la multitud no ayudaban en nada. Estaba empezando a inquietarme, y el silencio sombrío se sentía punzante y acusador.
—Estamos reunidos aquí para hacer un anuncio especial —comenzó el vocero, captando la atención de los presentes.
Algunos volvieron su mirada hacia mí sin disimular el desprecio.
Todo era más prejuicio que el problema de la acusación, porque no toda la manada estaba enterada de lo sucedido. Ellos me miraban con desdén porque no era una loba híbrida, y eso era muy obvio debido a mi aspecto físico inferior.
Delante de Bastian, mi cuerpo lucía pequeño e insignificante, alguien tan común que inspiraba debilidad.
Los humanos eran seres