Alfonso Santillán, era un hombre bueno, de mirada dulce y ojos de avellana, como todas sus hijas, eso fue lo primero que notó al conocer a Rocío cuando llegó a su casa por primera vez. Él lo supo de inmediato, el parecido de ella con su difunta madre era extraordinario, que hasta su esposa lo notó y frunció el ceño.
Los Santillán eran una de las familias más reconocidas de Madrid, su empresa de metalurgia surtía a todo el país y aunque Adolfo había estudiado derecho tomó las riendas de la empresa al morir su padre, así que dejó ese sueño a un lado y se dedicó al negocio familiar.
Si algo caracterizaba a los Santillán es que eran personas austeras y muy humildes, lo que los había llevado a ser parte no solo de la élite de la ciudad, sino que tener una cercanía con el gobierno. De hecho, Alfonso Santillán era amigo íntimo del primer ministro de la época y hasta del nuevo rey. A él lo conocía desde muy joven, pues estudiaron juntos Derecho en la universidad autónoma de Madrid, Alfonso es