Buenos días, Viborita.
La cabeza me da vueltas, me siento como si me hubiera pasado un camión por encima y cuando abro los ojos sé que me encuentro en una habitación de hospital.
—¡Pero qué mierda!
—¡Despertaste! Buenos días, viborita — me saluda el bendito gandul que está sentado junto a mi cama estrujando una toalla que luego pasa por mi frente— ¿Cómo te sientes?
—¿Qué hago aquí? ¿por qué estás haciendo esto? — saco su mano de mi cabeza y tomo la toalla, no entiendo nada y menos que él esté cuidándome— ¡Mierda! Me duele la cabeza.
—Primero respóndeme y luego lo haré yo— dice acomodándose en la silla y cruzando sus brazos, en clara señal de que está molesto—, no es de buen gusto estar respondiendo con otra pregunta y lo sabes, Rocío—doce como si fuera un padre regañanado a su hija malcriada.
—Pues me siento como si un camión me hubiera atropellado, ¿Contento?
—Muy contento. Ahora, te respondo yo ¿Al menos recuerdas lo que pasó en el bar con tu noviecito.
—¿No dijo que era de mala educación respoder con pre