La luz matutina se derramaba con más intensidad en la cámara subterránea cuando desperté, tiñendo las paredes rocosas con un brillo más cálido y revelando los tonos más vibrantes de las plantas bioluminiscentes. Aiden ya estaba sentado cerca de la piscina cristalina, absorto en la contemplación del suave brillo de esas extrañas plantas. Su perfil, ahora humano, era sereno, aunque una sombra de pensamiento parecía oscurecer sutilmente sus ojos dorados, como si estuviera lidiando con un rompecabezas interno.
Me incorporé, estirándome lentamente, sintiendo mis músculos agradecer el descanso. La noche en la cueva, acurrucada junto a él, había sido sorprendentemente reparadora, un sueño profundo y sin pesadillas, algo que no recordaba haber tenido en mucho tiempo. -Buenos días -dije en voz baja, intentando no romper la tranquilidad de la mañana. Aiden giró la cabeza, y su rostro se iluminó con una sonrisa cálida que disipó la sombra de su fren