El sol apenas comenzaba a colarse entre las cortinas de lino claro cuando Victoria abrió los ojos. La claridad suave de la mañana bañaba su habitación con un resplandor dorado, pero ella permaneció quieta unos segundos, observando el techo, intentando ordenar el torbellino de pensamientos que habían poblado su mente durante toda la noche. Apenas había dormido, pero aun así se levantó con determinación, como si el sueño que le había faltado se compensara con la fuerza de una decisión que ardía en su interior.
Se sentó en el borde de la cama, dejando que sus pies tocaran el frío suelo. Ese contraste la hizo reaccionar, como si la realidad la llamara a no perder más tiempo. Sabía que debía actuar pronto, porque cada día que pasaba sentía que el destino se movía más rápido que ella. Había mucho en juego: su imagen, su ambición, y sobre todo, la oportunidad de acercarse a Leonard.
Con calma, pero con un brillo firme en los ojos, se levantó y caminó hacia el vestidor. Escogió con cuidado un