Desde que me levanté, algo se sentía diferente.
No era dolor exactamente. Era… una presión extraña. Como si mi cuerpo se estuviera preparando para algo, estirándose desde dentro. Me había duchado temprano, como todos los días, y bajé a desayunar con una leve molestia en la parte baja de la espalda. Nada grave, pensé. Nada que no me hubieran dicho que podía pasar en las últimas semanas del embarazo. Ya estábamos casi al final. Siete meses y tres semanas. Podía ser solo eso. Preparativos del cuerpo.
Gabriele no estaba.
Ese día tuvo que viajar a Palermo. Asuntos urgentes del consejo, de esos que no podía delegar y que literalmente lo llevaban al otro extremo de Sicilia. Me besó la frente antes de salir, me dijo que no tardaría más de unas horas y que cualquier cosa lo llamara de inmediato.
—Estoy bien —le aseguré, sonriendo con la seguridad que él siempre necesitaba para poder marcharse en paz.
Y era verdad. O al menos eso creía.
Mi madre, que se había quedado a vivir con nosotros junto