—¿Pero qué esperaba? Él no la ama.
Los murmullos reptaban por los pasillos del holding, entre lobos con demasiado tiempo libre y poca prudencia. Nadie se sorprendió al oír que el alfa real había sido infiel a su esposa. Siempre fue promiscuo, antes de Vida y después de ella. Era, para muchos, cuestión de tiempo.
—Solo mientras estuvo con Vida no miró a nadie más —dijo una joven secretaria, con voz de quien defiende algo perdido.
—Ojalá se separen. Esa mujer no me gusta —replicó otra, la del primer piso, con tono agrio.
—Y ojalá no te escuche —intervino Nixara, apareciendo como una sombra entre las conversaciones—. Porque yo tampoco confío en ella. Ustedes deberían cuidar lo que dicen.
Los murmullos murieron de golpe. La alfa siguió su camino con la laptop bajo el brazo y esa expresión de quien no tiene paciencia para estupideces. Todos sabían que Nixara era temida por su sabiduría y por la calma que precedía a sus estallidos. Nadie osaba desafiarla.
Era cerca del mediodía, y Kaelio