Había noches en las que Kaelion se preguntaba si ella también lo recordaba. Él lo hacía a cada instante, casi como una condena. Recordaba su sonrisa, la forma en que sus labios se curvaban cuando lo desafiaba, su respiración tranquila cuando dormía junto a él. A veces, cerraba los ojos solo para volver a oír su voz. Y aunque sabía que todo eso pertenecía a otro tiempo, no podía evitar pensar si ella aún guardaba algo de él. ¿Recordará mi nombre? —se preguntaba en silencio—. Quizás no; tal vez, perdido entre otros brazos, su memoria lo había borrado por completo.
—Anoche soñé con ella —dijo Kaelion, sin atreverse a mirarla directamente.
Nixara levantó la vista desde la mesa donde revisaba unos documentos y lo observó con calma.
—¿Otra vez? —preguntó, aunque no había juicio en su tono.
—Sí. Y me da miedo decir su nombre en voz alta, que Isolde lo escuche.
Nixara soltó un suspiro corto.
—Cuando Isolde llegó a la empresa, ya sabía que estabas enamorado. Sabía que no habías superado a