Una bruja, hacía muchos años, había escrito un relato antiguo sobre un centauro y su elegida. Una humana que parecía frágil, común… pero que al final resultó más poderosa que las mismas fuerzas del inframundo. Según aquella leyenda, cuando su centauro murió, reencarnó en un simple caballo. Y fue ella, la elegida, quien bajo la fase lunar correcta, con un acto de amor prohibido, logró devolverle la forma humana.
Milah no sabía si aquello era cierto. Solo sabía que la autora era una bruja que había habitado en las tierras escondidas de Centroamérica. El relato estaba maldito, prohibido, porque quienes intentaban imitarlo para rescatar a sus seres amados nunca volvían a contarlo. Aun así, esa historia latía en su memoria, y sabía que si Vida la escuchaba entera, correría tras esa esperanza con la misma fiereza con que había enfrentado a todo el mundo.
—¿Por qué no me quieres decir nada? —insistió Vida, con los ojos encendidos, la respiración acelerada por el instinto.
—Porque es solo un