Ambos trabajaban en pleno silencio. No querían tocar el tema, en especial Vida, que se avergonzaba de lo que acababa de suceder. Jamás había sentido culpa por acostarse con alguien, y sin embargo, esa vez la vergüenza le pesaba como una losa. Sentía que se había convertido en una más de la lista interminable del alfa, y ella, que estaba acostumbrada a utilizar, no a ser utilizada, ahora llevaba la carga de sentirse pequeña frente a la promiscuidad de Kaelion.
El silencio en la oficina era tan tenso que parecía cortarse con una navaja. Ambos permanecían frente a sus escritorios, fingiendo concentración, pero con pensamientos que los devoraban por dentro.
El golpe en la puerta los sobresaltó. Segundos después apareció Milah, luminosa, con una sonrisa que apenas podía contener. La omega había percibido lo que había ocurrido y le costaba horrores disimular su picardía. Cuando Kaelion levantó la mirada, supo que era cuestión de minutos para que Nyxara se enterara y comenzara a burlarse de