El silencio de la victoria fue breve.
Menos de cuarenta y ocho horas después del escándalo legal, una nueva tormenta llegó, no con balas ni abogados… sino con una verdad guardada demasiado tiempo.
Francesca irrumpió en el estudio con el rostro desencajado. Traía en la mano una caja pequeña, sellada, sin remitente. Adentro, un sobre. Y dentro del sobre, una foto.
—¿Qué es esto? —preguntó Isabella, sin moverse.
Francesca la miró, con la voz temblorosa.
—No lo sé. Pero... es de Claudia. Y no viene sola.
Isabella abrió la foto. Su mano tembló apenas un instante.
Era Dante. Con una niña. De no más de ocho años.
Una niña de cabello oscuro y ojos de hielo.
Y al reverso, una nota con letra firme:
“Te presento a Lara. Su hija. Su secreto. Mi venganza.”
La sala se volvió pequeña. El mundo giraba demasiado rápido.
Isabella caminó en círculos. No lloraba. No gritaba. No rompía nada.
Solo pensaba.
—¿Esto es cierto? —preguntó finalmente.
Francesca no respondió.
—¡Quiero que lo averigües ya! Exijo p