Solución o problema

El aire fresco del segundo jardín me envolvió al salir. Necesitaba despejarme, alejarme del ruido de la fiesta, de los invitados y, sobre todo, de la sensación punzante que Samantha había dejado en mí. Cada paso entre los senderos de flores parecía llevarme un poco más lejos de todo, aunque la presencia de Lorenzo y Samantha todavía latía en mi mente, como un eco que no podía borrar.

Mi madre apareció tras de mí. Su expresión era de calma, esa calidez que siempre había conocido, y que me hacía sentir protegida y comprendida.

—¿Te ayudo a recoger algunas cosas? —preguntó suavemente, notando mi gesto preocupado.

—No, mamá —respondí con una sonrisa—. No es necesario. Hay empleadas que pueden encargarse.

Ella asintió, pero se acercó lo suficiente para poner su mano sobre mi hombro.

—Solo quiero estar contigo —dijo—. Después de todo, acabamos de celebrar algo muy importante.

La miré y la abracé, dejando que su calor me envolviera. Su presencia era un refugio en medio de la tormenta que me
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