Kael avanzaba por los pasillos del castillo con el paso pesado, cada eco de sus botas golpeando el suelo resonaba como un recordatorio de la frustración que le oprimía el pecho. Había esperado encontrar alguna pista, algún indicio de lo que había sucedido con Sareth, algo que le diera esperanza, y se encontraba con nada. Nada salvo el silencio gélido de las estancias vacías y la certeza de que la sombra de Castiel se extendía más de lo que podía anticipar. Cada puerta cerrada, cada corredor vacío, era un recordatorio de que estaba un paso detrás, siempre un paso atrás.
Al entrar en su despacho, sus manos temblaban apenas perceptiblemente mientras repasaba los informes de los últimos días, intentando encontrar algún error, alguna señal que hubiera pasado por alto. Su mente no encontraba respiro; el peso de la impotencia se mezclaba con la rabia, y todo a su alrededor parecía apretar, como si el destino no quisiera ponerlo junto a Sareth.
La sensación de fracaso lo calaba hasta los hues