Elora
Todo había sido un caos. Se sentía tonta y, a la vez, aliviada. Había entendido todo mal: eran amigos de Sareth. La culpa la golpeaba, pero no servía de nada quedarse atormentada por eso. Si hubiera hablado cuando le preguntaron, quizás las habrían encontrado antes, y no habrían tenido que enfrentarse a ese lobo rebelde. Pero lo hecho, hecho estaba, y no valía la pena darle vueltas.
Lo que realmente la inquietaba ahora era Aren, aquel lobo alfa que había visto cuando llegó junto a Sareth y a su hermana. Alto, musculoso, con cicatrices que hablaban de batallas pasadas. Apenas había notado su presencia, pero Elora no podía quitarle la vista de encima. Su sola mirada la revolvía; no entendía qué era ese sentimiento tan intenso por alguien que apenas conocía.
Mientras estaba perdida en sus pensamientos, Maia se acercó sigilosamente.
—¿En qué piensas, hermanita?
Elora se sobresaltó. Había estado tan metida en su mente que ni siquiera había oído llegar a su hermana.
—En nada… solo pen