Voces del Pasado.
El viento cortaba la noche como un filo invisible, azotando los restos de edificios que se alineaban con el camino hacia el punto ciego.
Damian avanzaba con pasos medidos, cada uno más pesado que el anterior. No había luna, pero la luz de los faroles eléctricos intermitentes proyectaba sombras largas que parecían moverse con voluntad propia.
Su respiración era irregular; el Protocolo Cebo, activado hace horas, comenzaba a hacer efecto de manera más pronunciada. Cada latido, cada pulsación de su cuerpo inducía recuerdos que se mezclaban con estímulos creados por la red Alfa.
—¿Damian? —la voz de Livia surgió desde atrás, con un tono que intentaba ser firme, aunque la preocupación era evidente—. ¿Estás seguro de que quieres seguir?
Él no respondió de inmediato. Sus ojos permanecían fijos en un punto distante, como si pudiera ver el pulso antes de sentirlo.
Su cuerpo reaccionaba al estímulo externo, pero la sensación era parcial, confusa: una combinación de dolor físico intermitente y em