Nivel Trece.

El aire dentro del laboratorio era distinto. No olía a polvo ni a metal, sino a algo más frío, más clínico, como si cada respiración fuera purificada antes de tocar sus pulmones.

Las paredes, revestidas de acero blanco con grietas del tiempo, reflejaban destellos intermitentes de luces rojas que titilaban en silencio.

Isela avanzó con cautela. El pasillo se extendía ante ellos como una herida abierta en el subsuelo, el eco de sus pasos multiplicándose entre conductos rotos y puertas selladas.

Selena iba al frente, con la pantalla rota entre las manos. La luz parpadeante del dispositivo dibujaba sombras sobre su rostro, sombras que no dejaban leer del todo su expresión.

Vincent, apenas un paso detrás, la observaba con una mezcla de desconfianza y contención. No hablaba, pero sus ojos no dejaban de analizarla, como si buscara el momento exacto para interrogarla.

Damian y Livia cerraban la marcha. Él mantenía la mirada fija en el entorno, buscando rutas de escape, puntos de cobertura; el
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