Mentiras Piadosas.
El martes por la mañana, el campus bullía con la energía habitual de inicio de semana. Estudiantes corriendo para entregar trabajos de último minuto, voces mezcladas en los pasillos, el olor a café barato impregnando el aire. A Isela le pareció que todo se movía demasiado rápido, como si el mundo no hubiera sufrido sacudida alguna en los últimos días.
Ella, en cambio, caminaba con los pasos medidos, el gesto tenso y las manos aferradas a la mochila como si fuera un salvavidas.
Apenas cruzó el patio central, escuchó su nombre.
— ¡Isela! —Era Livia, su amiga más cercana, siempre alegre, siempre curiosa, con una energía que parecía imposible de apagar—. ¡Por fin apareces!
Junto a ella estaba Selena, la otra pieza inseparable del trío, mucho más serena, con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
—Te tragó la tierra, ¿o qué? —dijo Selena con voz baja, directa, sin rodeos.
Isela sonrió con torpeza, deseando que la tierra efectivamente se la tragara en ese instante.
—Estuve ocupada —respond