La Invitación.
El pasillo olía a café frío y a papel aquel viernes por la mañana, a esa mezcla de campus que siempre parecía vibrar entre la prisa y la espera. Isela avanzaba con la mochila colgada de un hombro, intentando que sus pasos sonaran normales, que sus manos no traicionaran el temblor que todavía le arrancaban los recuerdos de los últimos días.
Marco había pasado hacía no mucho por allí, con su sonrisa fácil y la oferta de fiesta colgando en el aire como una provocación. Se le acercó con ese tono exageradamente amable, el que usaba cuando quería algo. Le habló de una reunión en un departamento, de música y tragos y amigos comunes.
Ella lo había rechazado sin rodeos; no estaba en condiciones de jugar a la chica despreocupada. Marco había torcido la boca en un gesto ambiguo, entre ofendido y divertido, y se marchó, pero no sin antes lanzarle una mirada que pretendía ser seductora.
Aun así, cuando lo vio alejarse entre estudiantes, pensó en los ojos de Damian clavados en su nuca como un cuchi