La Hija Fría.
La primera vez que Selena escuchó la palabra Consejo tenía seis años.
La segunda, ya estaba dentro.
No recordaba a sus padres. Decían que habían sido “voluntarios”, pero con el tiempo entendió que eso significaba reemplazables.
A los sujetos del programa Alfa no se les preguntaba si querían estar allí. Simplemente los clasificaban, los marcaban, y si sobrevivían a las pruebas, les daban un propósito.
Selena fue registrada como Sujeto 47-B.
La primera semana, lloró cada noche. La segunda, dejó de hacerlo.
El laboratorio infantil del Consejo no parecía un orfanato, aunque lo era. Paredes blancas, luces sin sombras, juguetes ordenados por color. A los ojos de un extraño podía parecer un lugar seguro.
Pero los niños sabían la verdad: cada examen, cada “juego” tenía una intención.
Los científicos los observaban desde detrás del cristal, anotando reacciones.
“Empatía”, decían.
“Reacción emocional espontánea”.
“Respuesta ante estímulo doloroso”.
Selena no entendía qué buscaban exactamente. S