El Trato.
El silencio del refugio era engañoso. Por fuera, todo parecía dormido: las luces parpadeaban con lentitud, las máquinas apenas respiraban. Pero en el interior de Selena, el ruido era ensordecedor.
Habían pasado horas desde que escaparon del Nivel -13.
Isela y Livia dormían acurrucadas bajo una manta vieja, los rostros pálidos por el cansancio. Damian, sentado junto a la pared, mantenía el arma sobre las rodillas, la mirada fija en nada.
Selena los observaba a los tres.
A veces le resultaba imposible entender cómo había llegado hasta ahí, traicionando al Consejo que la había creado, apostando su vida por una causa que ni siquiera creía del todo.
Pero había algo en Isela. Algo en la forma en que ella miraba a Damian, o cómo pronunciaba su nombre incluso dormida, que removía algo antiguo en su pecho.
Una sensación que no era suya, o quizás sí. Quizás el Consejo no la había vaciado por completo.
El zumbido del comunicador rompió el silencio.
Un destello rojo iluminó su muñeca: canal segur