He Intentado.
El laboratorio de monitoreo estaba en silencio cuando Leo entró, pero ese silencio no significaba paz; era el silencio previo a una tormenta eléctrica.
Los paneles lanzaban destellos tenues, gráficos ondulantes que representaban dos mentes que él había intentado controlar toda su vida sin éxito: Cayden e Isela.
Los nombres que llevaban años clavados en su garganta como astillas.
Leo respiró hondo, apoyando las manos sobre el borde del panel de control. El metal vibraba. No estaba seguro si por la tensión del sistema o por la suya propia.
—Vamos… vamos… —murmuró.
Uno de los monitores parpadeó: Señales residuales, ondas cerebrales cruzadas. No de Isela sola, no de Cayden solo. De ambos, fusionadas, intermitentes, caóticas, incontrolables.
Tal como siempre habían sido para él. Leo ajustó los controles, deslizó un comando, abrió un canal directo a los implantes.
INTENTO 1: ISELA
La pantalla se iluminó. Una línea verde marcó la ruta de acceso. Leo apretó los dientes.
—Obedece —dijo en voz