Grietas.
El lunes amaneció con un cielo claro, demasiado brillante para la inquietud de Isela. Había dormido mal, con la mente atrapada en una mezcla de imágenes: el beso del viernes, la visita de su madre el domingo, las voces de sus hermanos que aún resonaban en la memoria. Se vistió rápido, buscando ropa neutra. Necesitaba pasar desapercibida. Quería un lunes normal.
No tenía clases con Damian ese día, y sin embargo no podía dejar de pensar en él. Cada paso que daba por el campus era una pregunta: ¿lo veré? ¿Estará ahí? Ojalá no. Ojalá sí.
La cafetería estaba llena, el murmullo habitual de lunes. Se sentó en una mesa junto a la ventana con su café. A través del cristal vio a Marco, aún con la resaca evidente del fin de semana, gesticulando con unos amigos. Isela bajó la vista. No quería ni contacto visual.
Cuando levantó los ojos, ahí estaba. Damian. Al otro lado del patio, con su chaqueta oscura, hablando con otro profesor. No debería haberla sorprendido, él trabajaba ahí, pero verlo tan pr