Dudas y Más Dudas.
Isela salió del pasillo con las manos todavía heladas, como si el contacto con la voz grave de Damian le hubiera dejado una corriente en la piel. Caminó casi sin mirar, tratando de volver a su rutina, pero el corazón le latía tan fuerte que sentía que cualquiera podría oírlo.
Cuando llegó al patio central, vio a Livia y Selena esperándola junto a una mesa. Livia agitaba la mano con su típica energía, mientras Selena estaba de pie, seria, con los brazos cruzados.
— ¡Por fin! —exclamó Livia apenas la vio—. Pensé que te habías escapado por la ventana.
—O que te habían secuestrado —añadió Selena, con una ceja arqueada.
Isela intentó sonreír, aunque se sentía expuesta.
—Estaba hablando con el profesor sobre el trabajo —dijo, apretando los libros contra el pecho.
Livia se inclinó hacia ella, ojos brillantes de curiosidad.
— ¿El profesor Damian? —Preguntó con fingida inocencia—. Mira que te tomaste tu tiempo.
Isela tragó saliva.
—Era solo eso, el trabajo.
Selena la miró en silencio durante u