Cuando Nadie Decide.
La comunidad no colapsó de golpe, y eso fue lo peor.
No hubo una explosión, ni una revuelta inmediata, ni una escena clara que pudiera señalarse como el momento exacto en que todo se rompió.
El colapso fue lento, casi educado. Un desgaste progresivo, una erosión silenciosa que se llevaba, primero, las certezas pequeñas; después, las grandes; y por último, la confianza mínima que hacía posible convivir.
El punto ciego mostró la escena sin adornos.
Una plaza amplia, construida para reuniones que ya no ocurrían. Bancos ocupados por personas que no hablaban entre sí, aunque estaban a pocos centímetros de distancia.
Miradas que se cruzaban solo para apartarse enseguida, como si cualquier contacto visual pudiera implicar una responsabilidad no deseada.
Isela observó con una atención que le dolía físicamente.
Reconocía ese estado, no porque lo hubiera vivido así, de forma tan desnuda, sino porque el sistema había sido diseñado precisamente para que nunca se llegara a ese punto.
—Esto… —murmu