Buscando a Cayden.
Selena avanzaba por los corredores oscuros del complejo, el pulso acelerado y la respiración contenida. Cada paso hacía eco en las paredes metálicas y cubiertas de polvo, recordándole que no estaba sola, aunque nadie se atreviera a aparecer. Cada sombra podía esconder un centinela activo o alguna trampa residual del Consejo, y aún así no podía detenerse. Cada segundo contaba.
—Cayden —susurró, casi para sí misma, dejando que su voz se perdiera en el silencio húmedo—. Tienes que estar por aquí.
Llevaba días siguiendo coordenadas parciales, fragmentos de información obtenidos por Leo y filtraciones de archivos que ella había logrado interceptar.
Todo apuntaba a que Cayden estaba en las profundidades del complejo, protegido por capas de sistemas que ni siquiera los centinelas podían atravesar sin autorización.
El corazón de Selena latía con fuerza, cada vez que un sonido metálico resonaba en los pasillos. Podía ser cualquier cosa: un pedazo de techo que se desprendía, un centinela olvida