20. Romper el ruido
Desperté con el corazón en la garganta.
La lluvia golpeaba los cristales con una furia antigua, como si quisiera entrar. El cielo estaba gris, tenso, y la ciudad parecía sostener la respiración.
Mi primer pensamiento fue que algo, en algún punto del sistema, se había roto.
El teléfono vibró antes de las siete.
Era Rocío. Su voz sonaba más rápida que de costumbre, cortante, urgente.
—Alguien está borrando archivos del servidor —dijo sin rodeos—. También los respaldos de seguridad.
Sentí un vacío en el estómago.
—¿Estás segura? —pregunté.
—Lo estoy viendo en tiempo real. Los logs desaparecen. No puedo frenarlo.
Quedamos en vernos fuera, en un café pequeño junto a la estación. Caminé bajo la lluvia con el paraguas inclinado, tratando de no mirar a nadie demasiado tiempo. El agua corría por las veredas como si quisiera limpiar algo que no se puede lavar.
Fran llegó minutos después. Llevaba el abrigo empapado y la mirada de quien no durmió. Se sentó frente a mí sin decir palabra.
Le conté