13. Versiones
La sala del cliente olía a madera cara y ansiedad. El storyboard estaba listo: luces que se volvían latidos, la ciudad como un organismo vivo, la marca como esa voz que te nombra cuando el mundo te confunde. Lo presentamos sin tropiezos. Mile habló con una claridad que hizo que la gente dejara de mirar sus teléfonos. Yo hice lo mío: cortar excusas, sumar certezas.
Al final, el cliente propuso algo que no esperaba: rodaje nocturno en la terraza del edificio. Por “autenticidad”, dijo. Por “verdad”. Palabras que suelen costar caras.
—Necesitamos revisar seguridad —respondí.
—Tenemos permisos —saltó el director, como si la confianza pudiera comprarse a última hora.
En el ascensor de vuelta, nadie habló. Mile sostenía su libreta con los bordes marcados de tanto uso. Quise decirle que yo estaba al mando, que nada iba a salirse de control. No lo dije. Ella no necesita salvadores.
A media tarde, Tomás apareció con su eficiencia inquietante y una carpeta de “permisos express”. Sonrió como si t