La mansión de Malibú estaba envuelta en una noche oscura y pesada. La semana había traído visitas y formalidades, pero la oscuridad se sentía más profunda ahora que el duelo de las familias había terminado. La casa entera parecía contener la respiración, esperando a que Horus y Senay volvieran a la vida.
Horus se mantenía despierto. Estaba en su gran despacho, con las luces bajas, rodeado de mapas de inversión y análisis financieros en los cuales no podía concentrarse en leer. Habían pasado días desde la visita de sus suegros. Días de silencio tenso, de la enfermera moviéndose con suavidad, y de Senay mirando al mar sin ver nada. Horus no se permitía dormir profundamente. Se mantenía en un estado de vigilia constante, listo para cualquier cosa, menos para enfrentar sus propios sentimientos.
Estaba hundido en su amargura, culpándose por la pérdida y por la distancia que él mismo había impuesto, usando el "es mi deber" como una barrera. .
El sonido suave de la puerta de su despacho abri