Capitulo LVI

El sol de la mañana se filtraba por las cortinas del lujoso apartamento de Nueva York, pintando la habitación con un tono dorado y suave. El ambiente era de una paz absoluta.

Senay y Horus estaban en su mejor momento. Despertaron enredados, sin la necesidad de palabras, solo con la certeza del amor y la conexión que habían sellado la noche anterior. Ya no eran solo un esposo y una esposa unidos por un contrato, sino dos almas que se habían encontrado en medio del caos. Horus no había experimentado nunca una felicidad tan simple y profunda. Se sentía ligero, liberado del peso de sus responsabilidades y de la armadura que siempre llevaba puesta.

El desayuno fue servido en la mesa del comedor, con vistas a un Central Park cubierto de nieve. . Se sirvieron el uno al otro, rieron por tonterías, y se miraron con una adoración que ya no se podía ocultar. Cada toque, cada caricia en la mano, era una promesa.

—Me alegra que te haya gustado la sorpresa de anoche —dijo Horus, con esa sonrisa rar
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