El amor es un duende. El amor es un demonio. No hay ningún ángel maligno, excepto el amor.
William Shakespeare.
Tony traspasa las puertas de la estación de policía con todo su glamour, buscando con la mirada a su objetivo. Sin poder localizar se dirige hacia el mostrador donde un efectivo se encontraba sumergido en su ordenador. Éste al sentir una presencia cerca, levanta la vista para ver de qué se trataba. Al ver a Tony con su barbilla levanta, el ceño fruncido, cruzado de brazos y vistiendo con colores ligeramente alegres, se sonríe de costado y se quita los lentes.
—¿En qué puedo ayudarle? —entona el policía.
—Busco al agente Ian Russel —contesta Tony un tanto incomodo.
—¿Y usted es…?
—Un amigo —se limita a responder.
—Necesito su nombre —pide el policía. El boricua guarda silencio perdido en los ojos avellanas del policía—… y su número de teléfono —murmura.
Tony abre grande los ojos y la boca.
—Tony… Tony Delgado —balbucea—… y para qué necesita mi número de teléfono? —Entorna