—¿Ahora dices que miento? —Sofi niega con la cabeza e inspira profundo—. ¿Me dijiste que Ian te preguntó por qué no podías tener hijos? —Sofi asiente con la cabeza—. Pero nunca le dijiste el motivo, ¿verdad? —La joven niega—. ¿Por qué no?
—Por vergüenza —balbucea y Lina suelta un glosario de improperios.
—¿Hay que exorcizarte para sacarte la vergüenza? Por Dios, mujer.
—Pero es así como me siento.
—No, Sofi, no. Él infeliz ese debería sentir vergüenza por haberse vendido de esa manera. El idiota ese debería sentir vergüenza por haberte dado una paliza padre, mandarte al hospital y hacerte perder a tu bebé. Él debería sentir vergüenza, no tú —Sofi suelta un sollozo fuerte y su cuerpo convulsiona—. M****a, no soy buena para esto. Lo siento, Sofi, no quise hacerte sentir así. Soy muy bruta, pero pierdo los papeles enseguida.
—No te preocupes —susurra, tratando de calmarse.
—Hey, cuéntaselo a Ian, dile todo. Él no te va a juzgar porque un poco hombre te haya puesto una mano encima.
—Es que estoy vacía, Lina. Soy pura cáscara; nunca podré tener un hijo propio y algún día tanto él como cualquier otro hombre querrá uno.
—Pero tienes a Mateo.
—Sí, pero sabes como son los hombres; siempre quieren mostrar su hombría y que mejor hacerlo con su semilla.
—Dudo mucho que Ian fuese así, pero, de todas maneras, hay miles de tratamientos por hacer y tú tienes millones para intentarlo.
—No quiero que me vea como una ingenua. Se me cae la cara de vergüenza, Lina.
—Bien —dice la castaña con suavidad y decide cambiar de tema—. Vas a volver, ¿verdad?
—Volveré —dijo mostrando una sonrisa esperanzadora—. No sé cuánto tiempo será. Quiero mostrarle todo a Mateo y que mi abuela se enamore de él como yo lo hice.
—¿Cuándo te vas?
—En un par de horas.
—Vaya, lo tenías todo planeado, ¿eh? —Sofi sonríe y agacha la cabeza—. Te voy a extrañar.
—Yo también, Li. A todos —dice con la voz ahogada conforme la abraza.
En ese momento entra Alex a la habitación y al ver semejante escena se preocupa.
—Ángel, ¿qué va mal?
Lina lo mira y le sonríe.
—Nada —Le tiende la mano para que se acerque a ella, él se apresura a colocarse a su lado, pasándole un brazo por los hombros y estrechando su cuerpo al suyo.
—¿Pasó algo, Sofi? —interroga a la chica que era un mar de lágrimas.
—Solo he venido a agradecerles por todo y… despedirme.
—¿Despedirte?
—Sí; me voy a Italia. Tengo cosas que hacer allí.
—¿Pero vas a volver? —pregunta el joven, preocupado por la chica, ya que no la veía bien y no parecía que se vaya por querer hacerlo de verdad.
—Supongo que sí. Pero no sé cuándo.
—¿Ian lo sabe? —Ella agacha la cabeza y comienza otra vez con el llanto, él extiende una mano y le acaricia el brazo con suavidad—. ¿Estás segura de lo que haces?
—No.
Alex mira a Lina triste y ella le devuelve la mirada con el ceño fruncido.
—¿Puedo hacer algo para que no te vayas? —indaga, tratando de salvar la situación. Sabe que la chica no quiere irse y es consciente que Lina está muy enojada con eso.
—No te preocupes, Alex. Este viaje lo tenía que hacer tarde o temprano —Alex asiente sin saber que más decir—. Bueno, creo que mejor me voy, todavía tengo que arreglar muchas cosas —Mira a ambos y apenas puede dar una sombra de una sonrisa—. Gracias de verdad, siempre han estado conmigo en todo…
—Ya, Sofi. Hemos tenido nuestra recompensa —dice Lina.
Sofi sonríe y Alex besa a su mujer en la sien.
—Bueno, me voy. Prometo llamar, escribir, videollamada. Todo.
Besa con fuerza a Lina, luego a Alex y sale de la habitación con el estómago revuelto; con ganas de llegar a casa y esconderse del mundo al lado de Mateo.
Una vez que Sofi cruzó la puerta, Lina se dispone a levantarse, pero Alex la detiene en pleno acto.
—¿Qué haces? —inquiere frunciendo el ceño.
—Voy a buscar al descerebrado de tu primo y darle una buena cagada y después una patada en el culo para que vaya a buscar a Sofi —contesta, forcejeando para levantarse.
—Ya, cálmate, cariño. No puedes salir de la cama.
—¿Y entonces qué? ¿Me quedo de brazos cruzados viendo como la tonta de Sofi se va por vergüenza y el idiota de tu primo se cierra por orgullo?
—No —Alex sonríe de costado al verla así, tan decidida y tan preocupada por los demás—. Busquemos otra forma de ayudar sin que tengas que levantarte de la cama, ¿sí? —sugiere con cariño.
Le besa los labios despacio y con amor para convencerla.
—Bien. Pásame el teléfono.
—¿A quién vas a llamar? —curiosea mientras se lo tiende.
—Ya verás.