—Vamos Sofi, solo dime dos —insta el rubio, haciéndole caritas para que hable.
Hace más de media hora que está intentando hacer que Sofi le digiera dos fantasías, él sólo quiere que al menos le diga dos de las tantas que está seguro que debe tener; Ella le había pedido que le enseñara, pero Ian quería que le pidiera que era lo que quería. Sofi estaba roja, habían terminado de comer hace rato «vale destacar que no fue la cena como en su sueño, comieron el Sushi como personas normales», estaban sentados en el sofá y Sofi no había encontrado manera de hacer que Ian cambiara de tema.
—Es que no sé, de verdad —ella sigue esquivando la respuesta, ya que le da vergüenza hablar de ello.
—No me mientas; leyendo esa clase de libros —señala sobre la mesa donde descansa el objeto—, y me vas a decir que no tienes ninguna fantasía o que no se estás te ha ocurrido ninguna. Yo tengo millas y no leí ningún libro —confiesa con una mirada pícara y sin ningún margen de vergüenza.
—Quizás… Alguna tenga —m