Capítulo 7

—Vamos Sofi, solo dime dos —insta el rubio, haciéndole caritas para que hable.

Hace más de media hora que está intentando hacer que Sofi le digiera dos fantasías, él sólo quiere que al menos le diga dos de las tantas que está seguro que debe tener; Ella le había pedido que le enseñara, pero Ian quería que le pidiera que era lo que quería. Sofi estaba roja, habían terminado de comer hace rato «vale destacar que no fue la cena como en su sueño, comieron el Sushi como personas normales», estaban sentados en el sofá y Sofi no había encontrado manera de hacer que Ian cambiara de tema.

—Es que no sé, de verdad —ella sigue esquivando la respuesta, ya que le da vergüenza hablar de ello.

—No me mientas; leyendo esa clase de libros —señala sobre la mesa donde descansa el objeto—, y me vas a decir que no tienes ninguna fantasía o que no se estás te ha ocurrido ninguna. Yo tengo millas y no leí ningún libro —confiesa con una mirada pícara y sin ningún margen de vergüenza.

—Quizás… Alguna tenga —murmura, mirando sus manos que acunaban la copa se vino.

—Dispara —Él se acomoda más cerca, como si ella le fueses a contar un secreto.

—Una es en una… Jaula —dice la última palabra inaudible.

—Disculpa, pero no escuché lo último —Ian se acerca un poco más.

—Jaula —susurra.

—Sofi —advierte con diversión, por que seguía sin escucharla.

—Jaula —eleva la voz—. Listo, lo dije —Se lleva la copa a la boca para cubrir su rubor.

—Me gusta —murmura Ian con voz ronca y le da un beso con suavidad y sensualidad, dejándola desconcertada; sin medir distancias había llegado muy cerca de ella, gracias a que Sofi disparóa una palabra intangible.

Era un beso muy diferente al que le dio el día anterior, ese beso tenía delicadeza y pasión. Ella al principio le dio un beso tímido, pero él la llevó a que su beso se hiciera más intenso, puso una mano en su nuca la acercó más, profundizándolo; ella por instinto enredó sus brazos en el cuello masculino y gimió dentro de su boca; Ian aprovechando su espacio la toma de la cintura con su mano libre atrayéndola a sí mismo, poniéndola a ahorcajadas sobre su regazo. Sofi se encontró un poco más receptiva gracias al vino y se dejó llevar y guiar por él.

El rubio baja sus manos lentamente por la espalda hasta llegar a su culo y la aprieta más a él «a su erección», Sofi gimió al sentirlo recto y duro, tira su cabeza hacia atrás dejando libre su cuello para que él lo bese a su gusto y así lo hace.

— ¿Tienes alguna fantasía que quieras que cumplamos ahora? —murmura Ian, todavía atacando su cuello.

—La tenía con el sushi —confiesa a medio respirar.

Él sonríe contra su boca y su mirada casi se vuelve perversa al imaginarla con sushi en partes esenciales de su cuerpo desnudo.

—Todavía tenemos el postre —sugiere, mostrándole una media sonrisa.

—¿Qué sugieres?

—Mmm —Él tira su cabeza hacia atrás pensando las opciones—… No sé... El chocolate fundido y la nata están muy sobrevaluados —reconsidera.

—Lo tengo —suelta la chica levantándose de un salto.

—A ¿dónde vas? —pregunta, mirándola sonriente.

—Ya verás —Con eso desapareció en la cocina.

Un minuto después reaparece moviendo un pote en su mano.

—¿Qué es eso?

—Algo que nosotros tenemos y ustedes no —Lo estudia y agrega—: Además, hasta ahora en los libros que he leído no lo nombran, así que no está sobrevaluado —concluye, sonriendo y se para frente a él mirando hacia abajo para encontrar su mirada.

Definitivamente Sofi estaba desenvuelta y todo se debía al vino. Ian se da cuenta de ese detalle, sin embargo, por ser su primera vez, lo dejó pasar; la quiere desenvuelta y además le gustaba esa parte de ella, prestándose para los juegos, pero se compromete para sí mismo que la próxima vez, no iba a dejar que tomara una sola gota de alcohol; la quería a ella y su timidez juntos, la quería auténtica.

—Y bien? ¿Me dirás qué es o vas a mantener el suspenso por más tiempo?

Ella sonríe y asiente; esa sonrisa disparó algo dentro de Ian que no supo descifrar exactamente lo que era, pero reconocía que esa sensación le había gustado y dado miedo al mismo tiempo, sin embargo, no era el momento de cuestionarse, ni de pensar, solo de disfrutar, disfrutarla a ella.

—Dulce de leche —dice terminando con el suspenso. El rubio frunce el ceño, él no tiene ni idea de que habla—. ¿No sabes lo que es? —pregunta con incredulidad.

—No.

— ¿Hace cuánto que estás en Argentina?

—Hace varios meses… Unos largos meses.

—¿Y no lo has probado?

—Lo dice como si fuera una aberración por no haber probado el duce de leche —Él sonríe por la gracia que le causa verla tan dedicada sobre la cosa que llevaba en su mano.

—Pues si lo es —afirma y destapa el pote; se acerca a él y se vuelve a colocar a ahorcajadas sobre su regazo—. Bien, hoy va a ser tu primera vez —le hace saber metiendo su dedo en el pote.

—Siempre hay una primera vez para todo.

Ella direcciona su dedo con dulce de leche hacia la boca del joven, Ian la abre mirándola a los ojos y succiona el dulce del dedo con lentitud y sensualidad; gime de placer y ella lo imita por el calor emanado.

—Tenías razón —Pasa su lengua por los labios llevándose el resto del dulce—, es una aberración que estuviese todo este tiempo aquí y no lo haya probado —Mete el dedo en el pote y vuelve a llevárselo a su boca—. Aunque debo decir que sabe mejor en ti —Toma el dedo de ella, lo unta con el dulce de leche y se lo lleva a la boca succionándolo con más presión, luego adentra su dedo en el pote sacando una generosa cantidad—. Saca tu lengua —ordena. Ella lo observa por unos segundos y con vacilación obedece. Ian embarra la lengua femenina con el dulce, para luego succionarla y rastrillarla con sus labios. La toma con fuerza invadiendo con su lengua cada recoveco. Con cuidado le quita el pote de las manos para dejarlo a un lado y, sin dejar de besarla, la posa en el suelo, para después quitarle la camiseta—. ¿Quieres que siga?

 

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