Aunque era verdad que la tenía cerca de su entrepierna, solo que un poco más arriba ajustada con la cintura de su pantalón, no había tenido tiempo de ponerla en la pistolera y estaba muy enfadado por ver a Arias golpeando a Noe, que ni lo pensó y corrió hacia ellos.
—Idiota. No vuelvas a meterte en mi camino —advierte señalándolo con el dedo índice.
—¿O sino qué? —provoca.
Ella se aleja unos pasos y se cruza de brazos mirándolo con una ceja levantada.
—Me debes una pelea.
—¿Te debo una pelea? —repite incrédulo.
—Así es —asiente—. No me dejaste pelear contra él, por lo tanto, ahora vas a ocupar su lugar.
Gaby se carcajea.
—No voy a pelear contra ti —contesta, divertido.
—¿Por qué no? ¿Tienes miedo? —aguijonea.
—No; no te tengo miedo, chica vampiro —Ese apodo hace que a ella se les altere los sentidos, pero se controla—. Solo es que no peleo contra mujeres.
—¿Tienes miedo que una mujer te ponga en ridículo?
—Tú no podrías ponerme en ridículo, preciosa —suelta minimizándola adrede y eso hace que ella explote.
Se abalanza contra él para golpearlo, pero Gaby es más rápido y la intercepta poniéndola de espalda. La tiene de un brazo hacia atrás en una llave y la espalda pegada a su pecho. Ella se retuerce para soltarse, pero le es imposible; la tiene inmovilizada.
—Que temperamento el suyo, señorita Alba —susurra en su oído.
—Suéltame, idiota —sisea. Él inhala profundo para sentir su aroma provocándola y ella se enfada más, si eso es posible—. ¿Qué esperas, imbécil?
—Lo estoy pensando —vuelve a susurrarle y a inhalar su perfume.
—Infeliz, más vale que me sueltes.
—No estás en condiciones de amenazar, Alba. ¿No te parece?
Ella iba a responderle, pero fue interrumpida por la puerta que se abrió con brusquedad. Gaby la suelta rápido y de un salto se aleja de ella y ven a Esposito seguido por los demás, entre ellos Ian y López que los observaban divertidos.
—¿Dónde está Arias? —pregunta Esposito mirándolos a ambos. Gaby le hace una seña con la cabeza indicándole donde yace inconsciente el hombre—. Ah, bien vámonos que ya terminamos aquí —enuncia yendo hacia el cuerpo. Le toma el pulso y, al corroborar que no estaba muerto, indica a unos agentes a que lo lleven—. Vamos a necesitar que se recupere rápido para poder interrogarlo —Presta su atención a Gaby y Noe—. En la próxima traten de no darle tan duro, así no perdemos tiempo en que despierten —Mira a los demás—. Larguemos de aquí.
Noe es una de las primeras en comenzar a caminar y luego Gaby la sigue a una prudente distancia, pero Ian que no es idiota y se sitúa al lado de Gaby.
—Estaban muy juntos —esboza—. Yo diría que casi pegados —dice mirando de soslayo a Gaby.
—¿De qué hablas, Russel? —pregunta el morocho con tono cansino.
—Ustedes dos —responde señalándolo a él y a Noe.
—Sé a dónde quieres llegar, pero te equivocas.
—Eso no parecía cuando entramos —refuta el rubio.
—Quería luchar conmigo —comenta como quien no quiere la cosa e Ian se detiene en seco.
—¿Quería luchar contigo?
—Eso dije, Russel.
—¿Y qué le dijiste?
—Que no; que no peleo con las mujeres —Se detiene para mirarlo—. ¿Qué se supone que iba a decirle? No pienso pelear contra una mujer.
—Peleas contra Lina —le recuerda el rubio.
—Sí, pero es Lina —indica mirándolo para que comprendiera.
—Pero no deja de ser mujer —replica el rubio, aunque haya entendido muy bien lo que quiso decir Gaby, pero no se traga que no quiera pelear con ella por el simple hecho que sea una mujer.
—Sé que es una mujer, créeme. Pero es diferente a las demás y es un caso aparte —recordando el por qué Lina tiene que entrenarse.
—Lo que digas —Comienza a caminar de nuevo—. ¿Algún día vas a dejar de esquivar la realidad?
—¿Y eso qué m****a se supone que significa? —vocifera el morocho.
—Solo digo que entre tú y Alba hay algo —responde elevándose de hombros.
—Sí; una terrible mala onda.
—Algún día se darán cuenta.
Le palmea la espalda y lo adelanta bajando las escaleras.
—Lo que me faltaba; él tiene dibujados corazoncitos en los ojos y ya ve amor por todos lados. Dios, todo esto por la bondadosa de Sofi que no sé cómo m****a hace para soportarlo —masculla bajando las escaleras.
—Puedo oírte, Medina —indica Ian—. Y no tengo corazoncitos dibujados en los ojos.
—Y todavía lo niega. Hipócrita —farfulla.
—No niego nada, solo digo que no hay nada de corazoncitos en mis ojos y sería bueno que dejaras de hablar de ese tema.
—Lo único de lo que quieres que deje de hablar es de Sofi —suelta Gaby—, pero es que esta tan buena y es tan tierna, que no se…
—Medina —advierte Ian interrumpiendo su parloteo.
—Solo daba mi punto de vista sobre Sofi —Se eleva de hombros—. Hay que reconocer que está muuuy… Bien.
—Medina, no digas idioteces —espeta Ian.
—Ah, vamos, a que nunca le dijiste que esta buena…
—Basta, hasta aquí llegó mi paciencia —Se vuelve hacia Gaby—. Deja de hablar de ella, ¿ok? Sofi es mía y no tienes derecho ni a mirarla.
Gaby lo mira divertida y luego se carcajea.
—Es todo un macho alfa —canturrea, mientras le pasa un brazo por los hombros y lo i***a a caminar.
A Ian no le queda otra que soltar un sonoro suspiro y seguirlo escaleras abajo. Nunca iba a poder con las bromas, la ironía y el sarcasmo de Gaby, no le queda otra que tratar de no perder la cordura con él.