Capítulo 71

Luego de ir a la estación a conocer un caso que les había comandado Esposito respecto a unos asesinatos que tenían relación con el síndrome Renfield, un caso que le dio bastante material a Gaby para meterse con Noe, ya que se trataba de un ritual de personas que se creían vampiros, Ian hace su camino hacia el resto en busca de Sofi. Desde que Mateo había llegado a sus vidas, él ya casi no estaba en su casa, más que para ducharse y cambiarse de ropa. Con ellos se comportaba de una manera diferente, se comportaba de tal forma como jamás lo había hecho con otra mujer, pero Sofi tenía un, no sé qué, que a él lo podía más de lo que quería reconocer.

Ella lo esperaba en la puerta, ya lista para ir a casa. Su sonrisa se hace más grande al verlo llegar y por instinto, se apresura al auto. Él también sonríe al mirarla tan hermosa con un simple vestido de tiras de color azul que hacía resaltar su piel bronceada bajo la luz del sol, porque, a pesar de ser los ocho de la “noche”, en Argentina estaba entrando el verano, por lo tanto, todavía seguía siendo de día. Un horario que a Ian le costaba acostumbrarse, pero no podía quejarse de que los días fuesen más largos.

—Hola —saluda ella sonriente.

—Podrías haber esperado a que te abrira la puerta —le reclama.

—¿Desde cuándo eres un Duque Danés? —pregunta luego de soltar una sonora carcajada.

Eso le hace pensar que: ¿Desde cuándo era tan condescendiente con las mujeres, desde cuándo las buscaba por el trabajo o les abría la puerta? Una incógnita de la cual no quería pensar en ese momento.

—No soy un Duque, pero trato de ser amable.

—Me gustas así, tal cual eres —dice con sinceridad.

Ian gira la cabeza hacia la chica con una sonrisa torcida y luego pasa su mirada por el cuerpo femenino y observa como ese vestido dejaba libre las piernas bronceadas. Sin siquiera pensarlo dos veces y con velocidad, se mete en un estacionamiento, aparca y baja del auto. Sofi lo mira extrañada, no sabe lo que va a hacer, ni por qué estaban en ese estacionamiento. Ian rodea el jeep y abre la puerta de su lado, le desabrocha el cinturón de seguridad y la ayuda a bajar sin decirle una sola palabra, ella tampoco se anima a preguntar nada, ya que lo veía con el ceño fruncido y pensaba que estaba enfadado, sin embargo, no entendía por qué.

Una vez que bajó, abrió la puerta de atrás y la hizo subir, ella seguía desconcertada, por ese arrebato. La recuesta en el asiento trasero y sube, cerrando la puerta tras él. Toma el cinturón de seguridad con el que le ata las manos, luego le separa las piernas colocándose entre ellas.

—Ian —susurra Sofi, temblorosa.

—Apuesto a que nunca lo hiciste dentro de un auto.

No era una pregunta, sino, una afirmación evidente.

-No.

—Hoy te voy a cumplir otra de tus fantasías —dicho eso, comienza a levantarle el vestido con lentitud, se aproxima a ella y besa su estómago con suavidad, formando un camino con sus labios y lengua hasta su vientre. Sofi jadea y arquea el cuerpo queriendo más, su arrebato la sorprender, pero también la excitó y no podía ocultarlo. Vuelve a subir con sus besos hasta llegar a la boca, la besa con profundidad, adentrándose más en ella perdiendo los putos hilos, mientras le acaricia los pechos a su manera—. Así es como me gustas… Desinhibida —murmura cerca de su boca dejando que su aliento a menta se mezcle con la canela de ella. Con lentitud, lleva una mano hacia abajo y gruñe al sentirla húmeda y caliente—. Y así es como más me calientas.

Sin dejar de besarla, le saca la tanga, la tira al piso y, con una mano, le recorre la pierna hasta llegar de nuevo a su zona húmeda y cálida. Acaricia el botón duro y adolorido con suavidad, robándole gemidos ahogados. Besa su cuello sin dejar de tocarla, muerde su lóbulo y gruñe al notar como ella larga más savia empapando sus dedos.

—Quiero que me dejes probar cada centímetro de tu piel —le susurra al oído.

Ella solo asiente sin poder emitir sonido alguno, demasiado excitada estaba y no quería que él parara por ninguna razón del mundo.

Con dos de sus dedos se adentra a ella, Sofi levanta sus caderas pidiendo en silencio más profundidad e Ian sonríe gustoso por darle lo que pide. Saca sus dedos para sumar uno más a la excursión, al mismo tiempo que atraca su boca con vehemencia, acoplando el ritmo de sus dedos con su lengua. Cuando no aguanta más, cuando su erección pide a gritos salir, quita los dedos y desabrocha su pantalón, dejando libre su miembro duro y erecto. Ella baja la mirada y ve en todo su esplendor la dureza de aquel hombre que la tenía atada en la parte trasera de su auto, muerde su labio inferior para no soltar un gemido y pasa su mirada a Ian que la observaba con una media sonrisa pervertida. Lleva su pene hasta la hendidura de ella, pero no se adentra, juguetea fuera, provocándola conforme se empapa con su savia.

—¿Lo quieres? —pregunta, mientras amaga en entrar. Ella no le contesta solo levanta sus caderas y él se corre unos centímetros hacia atrás—. Responde, Sofi, dime lo que quieres —gruñe apretando más su erección a la zona sensible.

—Sí —jadea—. Te quiero dentro —suelta, extremadamente excitada, logrando que él sonría satisfecho.

Sin siquiera avisarle la penetra en su totalidad y se queda dentro sin hacer algún movimiento.

—Eso es lo que quiero, quiero que siempre me digas lo que deseas —La besa mordiendo sus labios—. Yo te daré lo que deseas —murmura, comenzando a moverse de manera circular dentro de ella.

Sofi envuelve las caderas del chico con sus piernas y lo atrae más a sí, mueve sus manos para soltar el agarre con el cinturón, pero era inútil, estaba bien atada y nada podía hacer. Ian seguía dando sus embestidas certeras, mientras se llevaba un seno a su boca conforme le acariciaba el otro con una mano, estaba ocupando el cuerpo femenino todo lo que podía, la tocaba por todas las partes que le era permitida en ese momento, usando cada extremidad de su cuerpo para llegar a toda la suave piel que le era posible.

—Ian… —jadea Sofi cuando su orgasmo anuncia su llegada.

—Sí, Sofi… Lo sé, hazlo.

Apura sus embestidas, subiendo y bajando, entrando y saliendo, de forma circular, estaba combinando todos los movimientos para darle una buena liberación. El cuerpo de Sofi se tensa, ella aprieta las piernas, apretando el cuerpo de Ian a su vez y muere su hombro con rudeza cuando estalla por el clímax. Ian sigue sus movimientos buscando su propia liberación, la besa con fuerza y ​​ferocidad, mientras libera toda su esencia dentro de la chica.

Cuando acaba, se desploma sobre ella con cuidado de no aplastarla y esconde su rostro en el cuello de la joven con la respiración agitada y sudor corriendo por su frente.

—Voy a necesitar una ducha —esboza agitado.

—A mí me gustaría tener mis manos libres —suelta Sofi medio en broma, medio en serio. Lo que hace que el rubio se carcajee.

—Lo siento, lo había olvidado —expresa, mientras la desata.

Luego la besa con dulzura y pasión, comiéndole la boca, amenazando con devorarla entera. Cuando sus pulmones reclaman oxígeno, la suelta, le da un pequeño y casto beso y la ayuda a incorporarse, saca del compartimiento que se encuentra en medio de los asientos, unas toallitas y se las tiende a que se limpie, él toma un par y hace lo propio. Luego de ayudarla a vestir, retoman su camino al apartamento de Sofi, donde Mateo los estaba esperando.

 

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