Capítulo 73

Alex y Lina se encuentran tendidos en la cama, después de haber hecho los pasos como correspondía. Él la sostiene sobre su pecho, entre sus fuertes brazos, mientras le acaricia la espalda quedamente haciendo pequeños círculos y sonriendo cada vez que a ella se le eriza la piel. Ella tiene la cabeza apoyada en el pecho de su hombre con el oído pegado al corazón, atenta a cada bombeo que este hace y también regalándole caricias en pequeños círculos desiguales. Y al igual que a ella, la piel de él también se eriza cuando pasa su dedo siguiendo la línea de su clavícula.

—¿En qué piensas? —quiere saber Lina acomodándose sobre el pecho masculino para poder observarlo.

—Pienso en que no somos una pareja normal —Al ver como ella lo mira sin comprender suelta un suspiro—. Lina, tuve que subirme a un ring a pelear contigo para que volvieras. Por Dios, es una locura.

Lina se carcajea al escucharlo.

—Es verdad, no somos normales.

Alex suspira y le acaricia el cabello con dulzura.

—Me haces hacer cosas que jamás hubieran pasado por mi cabeza, cosas que jamás se me hubieran ocurrido que algún día haría, me haces perder el control de todo, haces que pienses locuras que nunca en mi puta vida ni siquiera las habría pensado. Sacas todo de mí, lo bueno, lo malo, mis inseguridades, mi lado cursi que ni sabía que tenía —Ella sonríe—. Haces que piense en todo momento en ti, en cómo sorprenderte, en cómo hacer que tú también pienses todo el día en mí…

—Yo pienso todo el día en ti.

—Lo suponía —expresa con su característica arrogancia, ganándose un manotazo en el pecho, pero él se carcajea y le toma la mano para luego besarle el interior de su muñeca—. Estuve cagado de miedo esta semana, temí mucho perderte —murmura.

—Nunca vas a perderme —le hace saber, depositándole un casto y dulce beso en los labios.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

Se funden en un beso que sella aquella promesa. Perdiéndose en el interior de sus bocas, blandiendo sus lenguas como si fuesen espadas y no dejan de besarse hasta que necesiten respirar.

—Yo te prometo no ser tan idiota.

—Tienes que hacer promesas que puedas cumplir —se burla Lina provocando que Alex la gire en la cama quedando sobre ella.

—¿Se está burlando de mí, Señorita Rinaldi?

—Yo jamás podría burlarme de usted, señor Betanckurt.

Alex la besa con vehemencia, pero ese beso se convirtió en caricias, esas caricias en pasión y de a poco se estaban entregando de nuevo uno al otro.

Levanta con sensualidad una comisura de sus labios para dar paso a su media sonrisa arrogante, por sentir como reacciona el cuerpo femenino bajo su toque. Debía admitir que era algo a lo que había temido esa última semana, tuvo mucho miedo que cuando la volviera a tener para él, su cuerpo ya no fuese tan receptivo como lo había sido desde la primera vez que la tocó aquel día en Alemania, en el Castillo de Neuschwsnstein, más precisamente. Pero ahí estaba ella y su cuerpo que la traicionaba. Lina aún lo amaba y su cuerpo aún lo necesitaba.

—Te amo —murmura, regalándole su aliento caliente. La mira por unos instantes a los ojos, adorando el brillo mágico que estos emitían—. Y sé que me amas —Ella bufa y rueda los ojos haciendo que sonría con más soberbia, sabía bien que iba a hacer eso, la conocía demasiado—. Me amas, no lo niegues, tus ojos me lo dicen cuando me miran, tu cuerpo me lo grita —Mueve la mano que tenía en su nalga y con un dedo impertinente toca la unión de ellas moviendo de arriba abajo, en lo que ella arquea la espina dorsal y jadea—. Toda tú me lo grita y te amo por eso.

No deja que ella responda y atraca su boca, todavía acariciando, de manera perversa, la unión de las nalgas y adentrándose más a la humedad.

Ella comienza a gemir bajo su toque, había extrañado demasiado a aquel hombre y solo deseaba tenerlo por completo. Alex la penetra lentamente y comienza a moverse, pero Lina quiere más, quiere que se mueva más rápido, más fuerte, quiere poder moverse ella y arrebatárselo todo y que él le arrebatará todo con brusquedad como suele hacerlo, como hizo en el asalto anterior; ella comienza a jugar con su interior, sabe muy bien que eso enloquece a Alex, lo vuelve un jodido animal, un maldito primate y ella quiere a ese primate, por lo que comienza a mover sus músculos internos, apretando y soltando, succionando su glande, algunas veces apretando con suavidad y otras, apretando con más fuerza. Él comienza a gruñir, es consciente de lo que ella quiere, la conoce muy bien, para saber que juega con él para que la cogiera con fuerza, para que le diera más duro, entonces le da lo que quiere y apura sus embestidas sin cuidado alguno. Sí, ella había logrado lo que quería, él había dejado de jugar al marques inglés, para volver a ser su arrogante alemán.

Poco después, ambos llegaban al orgasmo, con gemidos y gruñidos, sus cuerpos temblando, sus pieles húmedas por el sudor, sus respiraciones alteradas y sus corazones galopando enloquecidos. Alex esconde la cabeza en el cuello de ella, provocando que la piel de Lina se erice al sentir la respiración caliente.

Después de recuperar fuerzas, emprenden viaje para ir a buscar a Aye a la casa de los padres de Lina, ya que la niña todavía no sabía que Alex estaba de vuelta. El corazón de Alex palpita con fuerza y ​​felicidad por la emoción de volver a ver a su niña y Lina se siente más feliz que nunca porque ya no debía seguir finciendo que no le importaba estar pelada con su hombre.

Al llegar, Alex le pide que lo deje bajar a él para ir a buscar a Aye, ella asiente y lo deja que le dé la sorpresa a la niña, sabe lo importante que se volvió Aye para Alex y viceversa. La niña lo adora y por Dios, le había pedido que sea el padre, todavía no puede creerlo, sin embargo, está encantada que así sea. Ama verlos juntos y ama verlo a él comportarse como un verdadero padre para con ella.

Golpea la puerta de la casa de los abuelos de Aye y sale Gloria a recibirlo que, al verlo, muestra una enorme sonrisa y estira los brazos para rodearlo en un abrazo. Es consciente de lo que había pasado y no estaban contentos con la decisión de Lina, pero no podían hacer nada. Nadie creía que Alex la haya engañado, pero vayan a hacerle entender eso a Lina.

—¿Cómo ha estado, Gloria?

—Muy bien, hijo. Me alegra que hayan arreglado sus cosas.

—Yo también —suspira él.

—¡¡¡Papi!!! —grita Aye corriendo hacia él.

—Hey —Fue lo único que pudo decir, Aye había saltado sobre él y por puro reflejo pudo sostenerla. La estrechó en sus brazos con fuerza y ​​besó su cabecita.

—Mi mamá te perdonó? —susurra bajito como si fuera un secreto entre ellos, mientras ve a Lina bajar del auto sonriendo.

—Sí, princesa, me perdonó.

—¿Por qué no pasan? —pide a la madre de Lina.

—¡Síí! —chilla Sí—. Estamos tomando el té con brownies.

—Me encantan los brownies —exclama Alex conforme deja a Aye en el suelo, que sale corriendo hacia a la madre.

—Al fin lo perdonaste —le murmura a Lina haciendo que sonría.

—Ambos nos perdonas —entona acariciándole el cabello—. Vamos por esos brownies.

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