Capítulo 51

La canción terminó con la imagen de Lina agachada, inclinada hacia atrás mirando al chico, con una de sus piernas bien estiradas por entremedio de las piernas del joven y él sosteniéndola erguida y mirándola desde arriba.

Los aplausos de la multitud cortaron bruscamente la imagen que Alex admiraba con un poco de celos y un poco de adoración. Para él fue muy hermoso verla bailar con tanta sensualidad, pero también fue un suplicio el ver que era otro quien la hacía moverse así.

—Estuviste muy bien —adula el joven.

—Gracias —Con rapidez se acerca a la joven que le había prestado los zapatos para devolvérselos—. Muchas gracias.

—De nada —Le sonríe con admiración— Estuvieron geniales, fue muy hermoso verlos bailar.

Lina agradece y se despide de acercarse al bandeonista, también para agradecerle.

—Un deleite para los ojos humanos —halaga el hombre—. ¿Dónde aprendió a bailar así?

—Mi padre me enseñó —contesta justo cando Alex se acerca a ellos.

—Hola, joven —el hombre saluda a Alex y vuelve su atención a Lina—. Su padre debe ser muy buen bailarín.

—Sí, mi abuelo baila re bien —interviene Aye.

—¿Cómo te llamas, jovencita? —pregunta el señor.

—Ayelén, ¿y tú?

—Domingo.

—¿Cómo el día?

—Como el día.

Luego se despiden del hombre para retomar su paseo.

—Estuviste espectacular —le susurra Alex—. ¿Por qué recién me entero que bailas así?

—Quizás porque nunca preguntaste—se burla ella.

—Quizás. ¿Qué más sabes hacer?

—Cuando lleguemos a casa puedo mostrarte.

Alex en respuesta, le aprieta la mano y cierra por unos segundos los ojos para poder digerir lo que aquella sugerencia de su loco ángel le provocaba.

~~~

Los nervios y la ansiedad que prácticamente consumían a Sofi, no la habían dejado dormir, estuvo toda la noche en vela, la cabeza le dio mil vueltas y su corazón no dejaba de golpear con fuerza su pecho amenazando con salir disparado.

Hoy iba a buscar a Mateo en el hogar, hoy era el gran día y sus nervios no le dejaban pensar con claridad. Todo lo que podía hacer era rezar porque a Mateo le gustase su habitación, que se sienta cómodo en ella, en su casa y en todo lo que rodea a Sofi. Se llenó de preguntas inseguras, a pesar de que el niño la conoció desde casi siempre; las cosas iban a ser diferentes. Lo iba a llevar a una escuela nueva, iba a tener que hacer amigos nuevos, a estar en una nueva casa, frecuentar gente nueva, todo iba a ser nuevo para él, por eso teme que no le guste o no pueda adaptarse. Otros de sus miedos, era que iba a ir con Ian; teme que vayan a decirle sobre a quién pertenece el hogar y si a Mateo le gustará o no el hombre con el cual estaba saliendo.

Una vez bañada y arreglada, espera impaciente a que Ian llegue por ella. Poco después, el timbre del portero eléctrico suena haciéndola saltar en la silla antes de correr a contestar. En su carrera se llevó puesto un mueble, llegó mascullando por el golpe y al querer tomar el tubo se le escapó de las manos por tenerlas sudadas y resbaladizas. Estaba más torpe de lo habitual.

—Hola? ¿Sofi, estás bien? —Se preocupa Ian al escuchar el golpe del tubo.

—Sí…sí, ya bajo.

Volviendo a tropezar contra los muebles, venta del apartamento y baja al encuentro con el rubio. Al verlo, esperándola con aparente alegría, ella se esfuerza por mostrarle una sonrisa, la cual se convierte en una mueca extraña que no pasa por desapercibido ante el joven. Ella le deposita un casto y rápido beso en los labios para seguir con su cometido, pero Ian no la deja separarse de él y atraca su boca para besarla como era debido. La siente temblar y se da cuenta que no es por el beso, entonces se aleja para poder acariciarle la mejilla con parsimonia.

—No estés nervioso, todo saldrá bien.

Ella asiente frenéticamente con la cabeza y él le sonríe antes de hacerla subir al vehículo. En el viaje la observa de soslayo, ya que ella no para de mover la pierna ni de comerse las uñas. En cuanto llegan al hogar, Ian espera que ella haga algún movimiento o diga alguna cosa, pero la joven no hace nada, por lo que, con un suspiro, sale de la camioneta y la rodea para luego abrirle la puerta. La chica seguía sin hacer ningún movimiento, apenas respiraba.

—¿Sofi? —Ella sigue sin moverse—. Vamos, Sofi, todo estará bien.

La toma de la mano y la obliga a bajar para después caminar juntos hasta la puerta del hogar, sintiendo en el trayecto cómo le sudaban las manos. Jamás la había visto tan nerviosa y solo quería decir que en verdad era un paso muy importante en la vida de ella.

I Bambinos di strada —murmura el rubio observando la enorme placa incrustada en la parte superior de la entrada—. ¿Chicos de la calle?

—Así se llama —reacciona Sofi elevando sus hombros—. Todos de alguna manera vienen de la calle y aquí encuentran un hogar o algo muy cercano a uno.

—Entremos —le pide apretando su mano para brindarle seguridad.

Cruzan las puertas dobles ya medida que más se iban acercando, más aumentaba el nerviosismo y todos los miedos en Sofi. Su corazón comienza a latir con violencia cuando Ian le suelta la mano y la apremia a que siga. Sofi lo hace, pero a los pocos metros se paraliza al ver al niño parado frente a ella con una bolsita en la mano y una mochila colgada en su hombro. Él, al verla, deja caer la bolsa y la mochila y corre hacia ella.

—Ve —le susurra Ian trayéndola de nuevo a la realidad.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP