Capítulo 43

A la hora del cierre, Sofi sale del resto y se dirige a su apartamento. Dentro del ascensor sus pensamientos se apoderan de ella. Lo primero que llega a su mente es Ian, ya que esa misma mañana había salido de su casa y después no supo más nada de él, ni siquiera un puto mensaje.

Su segundo pensamiento lo ocupó Mateo, eso la hizo sonreír; dentro de nada iba a estar viviendo con ella y llevaría su apellido. Ella iba a poder ser madre y no importaba que no llevara su sangre, lo iba a cuidar ya amar de igual modo.

Su tercer pensamiento lo ocupó su ex, siempre lo maldijo por haberla golpeado interrumpiendo su embarazo y así provocando que jamás pudiera concebir de nuevo.

—Marco solo estaba conmigo por negocios, ya me lo había dejado claro cuando lo encontré con aquella mujer —murmura para sí misma saliendo del ascensor, pero todavía con el dolor latente que le causaba la pérdida de su embarazo.

Una vez dentro del apartamento, deja su cartera sobre el sofá y se apresura para preparar el baño para una ducha. Luego de media dentro de la bañera, sale envuelta en una toalla cuando el timbre se hace notar, rápidamente se coloca una bata color salmón y se dispone a abrir la puerta sin siquiera fijarse de quién se trata.

Se quedará petrificada en el lugar en cuanto la abrió. Un Ian sonriente fue lo que encontró del otro lado. El rubio sostenía una bolsa y una enorme caja, pero su sonrisa no vacilaba.

—Hola, Sofi.

—Hola.

— ¿Siempre me recibirás de esta manera?

—Eh…—Sacude la cabeza para acomodar sus ideas—… ¿De qué manera?

—Así —responde señalando hacia ella y mostrando que estaba media desnuda.

—Ah…no… Me acabo de bañar —tartamudea perdiendo toda la coherencia en la sopa de letras que largó.

Ian se carcajea al verla así, media nerviosa, media desnuda y sonrojada. Para él estaba demoniadamente adorable.

— ¿Puedo pasar? —Mira hacia sus costados en el pasillo—. Antes que algún vecino curioso te vea semidesnuda.

—Claro.

Se hace a un lado dándole espacio para dejarlo pasar y observa la enorme caja que el rubio deja con cuidado sobre el sofá antes de girarse y dedicarle una sonrisa levantando la bolsa que llevaba.

—Comida italiana —anuncia—. Calsone —esboza con diversión haciéndola reír—. Mi primo habla mejor italiano que yo.

—Está bien —le quita importancia ella y observa otra vez la caja—. ¿Qué es?

—Ah, sí —Da un paso hacia la caja, sin embargo, se detiene—. Pero después de comer.

—Vas a hacer que me carcoma la curiosidad.

—Ahí ya no puedo hacer nada.

—Sí que puedes —Ian la observa elevando una ceja pícara, mientras se va acercando a ella despacio—. No me refería a eso —consigue decir.

—Ah, ¿no? ¿Y a qué te referías? —entona en voz baja a milésimas de su boca. Sofi traga en seco, Ian se da cuenta y le regala una sonrisa petulante—. Ya me parecía —dicho eso, devora la boca femenina, mete su lengua con rudeza entre aquellos cálidos labios instándola a que los abra para su antojo. Sofi ya no podía pensar, su mente estaba nublada y sus piernas flojas. Cuando sus pulmones gritaron por aire, la libra de su prisión y apoya su frente en la de ella—. Te traje algo.

—¿Lo de la caja? —tantea ella e Ian ríe conforme niega con la cabeza.

—No —Se aleja y saca de la bolsa en donde estaba la comida, un pequeño cofrecito de algarrobo—. Lo de la caja lo sabrás después de la cena —comenta, mientras abre la pequeña cajita.

Sofi lo mira curiosa y nerviosa, lo observa sacar una bolita de acero y un diminuto control de mando.

—¿Qué es eso?

—Bueno, como no me has dicho todas tus fantasías —eleva la bolita—, he decidido que hoy me voy a comportar un poco como ese tal Dominic del libro que estabas leyendo la otra vez.

La pobre se lleva las manos a la boca como un autómata y se queda sin respiración. Ya se había dado cuenta lo que era esa bolita de acero.

-No…

—Lo vamos a hacer —asevera el rubio acercándose de nuevo a ella.

—No creo que pueda —susurra cuando él ya está ocupando su espacio personal.

—Vas a poder —La besa con ferocidad, al tiempo que con una mano se abre paso entre a bata para luego comenzar a bajarla por su estómago con lentitud hasta llegar al calor femenino. Con sus dedos la estimula y luego se hace lugar entre los pliegues, metiendo con cuidado la bolita. Ella da un respingo e inconscientemente se quiere ir hacia atrás, pero Ian la toma con fuerza de la cintura con la mano libre manteniéndola inmóvil. Cuando la bolita está dentro de ella, gime en la boca de él, Ian mima un poco más su sexo antes de quitar la mano—. Vas a hacerlo muy bien.

—Se me va a caer.

—Eso no va a pasar.

Mueve la ruedita del control sin que Sofi se diera cuenta provocando que dé un respingo y que comience a retorcerse en el lugar en cuanto la bolita comenzó a vibrar en su interior.

—Ian… —balbucea sosteniéndose con fuerza del brazo del rubio.

—¿Se siente bien?

—Sí —asiente cerrando los ojos.

Ian no aguanta verla de esa manera, toda sonrojada y disfrutando por lo que la besa apretando todo su cuerpo en ella. Luego, apaga el vibrador y se separa dándoles suaves y cortos besos.

—Vamos a cenar que todavía falta la otra sorpresa.

—Espero que no sea un disfraz de policía —suelta sin pensar, mientras camina a pasos lentos y dubitativos hacia la cocina. Ian se carcajea por ese comentario y gira de nuevo la ruedita del control dándole vida al vibrador, provocando que Sofi se agache y casi se golpee contra un mueble—. ¡Ián!

—Lo siento, no fue mi intención.

—Sí, claro —ironiza—. ¿Podrías apagarlo y dejarme llegar a la cocina para poder calentar la comida en el microondas?

— ¿Qué comida? —se burla el rubio observando hacia el sofá en donde todavía reposaba la bolsa con la cena.

—¿Podrías traerla? —pregunta más aliviada al tener el vibrador apagado.

—Por supuesto.

En dos zancadas él ya le sostenía la bolsa enfrente, pero cuando Sofi la va a agarrar, no la suelta y prende de nuevo el vibrador obligándola a agacharse y tomarse del vientre.

—¡Por Dios, Ian!

—Otra vez, fue sin querer.

—¿Podrías apagarlo hasta que termine con la comida, por favor?

—Eso no va a pasar.

Sofi larga un grito de exasperación y de mala manera arranca la bolsa de las manos de Ian, se dirige a la cocina sin siquiera mirarlo. Ian solo se sonríe al verla enfadada y camina como si fuera a parir. La sigue hasta la cocina y se acomoda en una butaca en donde la observa dándose cuenta que la joven ya se estaba acostumbrando a la cosa que llevaba dentro, por lo que su maldad le gritó que le subiera la velocidad y así lo hizo, en el momento justo que Sofi estaba por abrir el refrigerador. No logró hacerlo ya que sus manos se apoyaron con violencia sobre el electrodoméstico y su cuerpo convulsionó de manera atropellada.

—Ian, voy a matarte —sisea cuando lo escucha reírse de ella y la ridícula situación.

La cena fue un martirio para la pobre chica; se encontraba sentada de costado, incomoda por la cosa dentro de ella y peor era cuando estaba por meterse un bocado en la boca e Ian movía la ruedita del control provocando que ella diera un respingo, dificultándole el poder comer.

Después de la cena le rogó que le sacara esa cosa e Ian se compadeció de ella. Se acomodó en el sofá y la posicionó a ella parada frente a él. Con delicadeza y suavidad le abrió la bata haciéndola caer, con sus dedos recorrió el cuerpo femenino, logrando con eso que la piel de la joven se erice y emita susceptibles temblores.

—Estás muy mojada —anuncia una vez que sus dedos llegaron a su destino.

Sin dejar de acariciarla, le quita la bolita de su interior y la sustituye con dos de sus dedos para luego suplantarlos con su boca provocando varios gemidos por parte de ambos. A los pocos minutos, su cuerpo se tensó y explotó en un maravilloso orgasmo, impulsando a que sus piernas no respondan bien y su cuerpo pierda estabilidad.

—Te tengo.

Ian evita que caiga y, con suavidad, la recuesta en el sofá conforme la besa y envuelve con su cuerpo.

—Ha sido increíble —susurra la joven.

—Sí, lo fue.

Comienza a besarla al tiempo que se quita la ropa. La gira con velocidad y la coloca sobre él embistiéndola de una sola vez. Con las manos aprieta sus caderas y sus dedos dejándoles cardenales, le marca el movimiento deseado, los cuales eran circulares y profundos, arrancando jadeos, gemidos y exclamaciones.

 

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