Medio cuerpo de Sofi estaba sobre el cuerpo de Ian. Inconscientemente, el rubio acariciaba el brazo de la chica haciendo pequeños círculos conforme ella acariciaba con su dedo índice el torso del joven haciendo pequeños círculos. Ambos sumergidos en la tranquilidad y serenidad que les brindaba el momento.
—Me vas a contar que hay en la caja? —Rompe el silencio Sofi.
—Lo había olvidado —confiesa Ian acomodándose para mirarla—. Mmm… ¿Si lo vemos más tarde?
—Me está matando la curiosidad.
—No quiero levantarme.
Sofi le hace morritos e Ian toma ese labio que sobresale entre sus dientes.
—Por fa…
—Bien, bien, pero después me lo vas a compensar —entona dejándose levantar del sofá por la chica.
—Está bien, pero sin esa bolita.
—Sin esa bolita —acepta carcajeándose.
Toma la caja y una mano de Sofi para guiarla por el pasillo hasta la habitación que ella había arreglado para Mateo. Se sorprende al ver la decoración que había hecho ella; las paredes azules, una cama de fórmula 1, una mesita de noche blanca con un velador de Transformers, una alfombra de un azul más oscuro que el de las paredes y un escritorio de algarrobo con un ordenador, libros, cuadernos y lápices para dibujar.
—Está muy hermoso.
—Le gustan los autos y el color azul —explica ella. Él gira y la observa sonriendo—. ¿Qué hacemos aquí?
—Vamos a armar algo.
Se sienta en el suelo cerca de la ventana y comienza a desenvolver el contenido de la caja conforme la joven lo observa con atención, curiosidad y desconcierto.
—¡¡¡Es una pista de autos!!! —chilla llevándose las manos a la boca y comienza a saltar en el lugar.
-Si. ¿Vas a ayudarme o te vas a metamorfosear en canguro? —bromea al ver que no dejaba de saltar.
—Te ayudo… te ayudo —contesta sacudiendo las manos para calmar su salto histérico.
Se sienta frente a Ian mostrando una enorme sonrisa y entre los dos empiezan a armar la pista de autos. Ella tenía un pequeño temblor en las manos por la felicidad que sentía al estar de esa forma con Ian y por el gesto de este. Ian tenía una sonrisa tonta impregnada en el rostro por sentirse tan bien y tan vivo junto a ella, sabía que seguramente se veía como un estúpido sonriendo de esa manera, pero no le importaba, se sentía bien y sabía que la hizo sentir bien con ese detalle y eso era lo único que sí importaba en ese momento.
Después de casi dos horas pude terminar la pista de autos, era una pista de cuatro vías y de 3x 1,85mts, ocupaba bastante lugar y les costó terminarla. Al acabar, ambos se levantan y la contemplan desde su altura.
—¡Es muy grande! —exclama Sofi.
—Así es —Él la mira y le dedica una sonrisa cómplice—. Deberíamos probarla, digo, para ver si anda bien para cuando venga Mateo —miente descaradamente, pero Sofi se da cuenta de eso.
—Sí, deberíamos hacerlo —Toma un control y luego se gira hacia Ian—. Qué tal si traes algo de café, mientras yo lo pruebo.
El rubio boquea un par de veces antes de poder contestar.
—Y si lo probamos los dos y después preparamos el café, ¿juntos?
—Mmm… No sé —Ian está por acotar algo, pero ella se adelanta—. Ya sé que quieres jugar, no te hagas el tonto.
—Yo no quiero jugar, eso es para niños —se defiende.
—Ok, si piensas así, será mejor que verifique que no tenga ningún fallo por mi cuenta… No queremos que el hombre grande juegue con juguetes para niños.
—No me molestaría ayudarte.
—Ay, no, no te preocupes. Yo puedo hacerlo, no me molesta —esboza sacudiendo la mano para restaurarle importancia.
—Ay, ya, Sofi, dame el puto control. Te voy a ayudar y punto —expresa finciendo enfado y Sofi se echa a reír—. ¿Y ahora qué te causa gracia?
—Eres un niño grande.
Habían arreglado que solo jugarían una sola vuelta para comprobar que todo anduviese bien, pero no fue así. Estuvieron más de dos horas jugando, riéndose, retándose y burlándose uno al otro cuando alguno perdía.
—Ian… Me duele el dedo, la mano —lloriquea Sofi.
—Bien, deja de quejarte como una mujercita, ya sabemos quién es el vencedor.
—Soy mujer, Ian. Y para ser mujer te gané varias veces —aguijona al darse cuenta de lo competitivo que es el rubio.
—No te ganaste.
-¿No?
—No —niega—. Yo perdí.
—Es lo mismo —ríe—. Vamos a la cama, estoy cansada.
Lo toma de la mano y lo direcciona hacia su habitación.
—Vas a compensarme —susurra el rubio en su oído.
—Ian, no puedo mantener los ojos abiertos.
—Yo puedo hacer que los mantengas abiertos.
—¿Y si me quedo dormida?
—Yo me voy a ocupar de que eso no pase —le asegura, colocándola con cuidado sobre la cama para luego comenzar su ritual sobre ese cuerpo femenino que tan loco lo traía.