Luego de que lo convencieran para que se tomara las cosas con calma, se fue directo a la casa de Gaby, de nuevo, no se iba a quedar tranquilo con unas simples palabras desordenadas de Lina, iría por Gaby. Al llegar, después de tocar varias veces el timbre, el morocho abre la puerta con el torso desnudo, solo llevando un chándal; Estaba descalzo y todo sudado.
—¿Qué hay, querubin?
—Tenemos que hablar —suelta antes de rodearlo y entra en la casa sin esperar a ser invitado.
—Pasa —ironiza Gaby, todavía con el picaporte en la mano.
—¿Por qué no puedo leer el expediente de Sofi? —le pregunta sin rodeos, ya sentado en el sofá.
—Mmm... ¿Por qué necesitas lentes? —bromea, mientras se mueve hacia la nevera para sacar unas cervezas.
—No juegues conmigo, Medina, sabes de lo que hablo —Gaby le tiende una cerveza y se sienta a su lado.
—Lo hice porque me lo pidieron.
—Lina —suspira Ian y Gaby asiente—. Ya hable con ella.
—Pero si estás aquí, quiere decir que no te dijo nada, ¿verdad? —deduce sonri