Una vez que Sofi entró, cierra la puerta y de un trote rodea el auto para subir del lado del piloto. Cuando sube, la mira de reojo y sonríe de costado, ella estaba pasando sus manos por el tablero de madera pulida y luego se despliega por los asientos de cuero.
—Es hermoso —musita Sofi sin dejar de tocar a su alrededor.
—Lo es —concuerda él—. Aunque hay que reconocer que se ve mejor contigo en él —exclama, poniéndolo en marcha.
Ella se ríe, ya no sintiéndose tan nerviosa, él tiene ese poder con ella, puede ponerla nerviosa y aligerarla en un abrir y cerrar de ojos.
—A dónde vamos? —quieres saber la joven.
—Ya lo veras —contesta de manera misteriosa.
—¿No vas a darme ni siquiera una pista? —curioso.
—Nop —niega sonriendo y mirando el camino.
—No es justo —se queja.
—La vida no es justa —suelta en un suspiro accionado.
—Al menos podrías decirme si estoy bien para a donde vamos a ir.
—Estás perfecta.
A los quince minutos llegaron al muelle en el delta y un lujoso yate los estaba esperando, iluminado con luces azules haciendo brillar el blanco del barco. Sofi se queda estática viendo el yate; era hermoso, podía ver como brillaba con el resplandor de la luna y las luces. Divisa a un hombre de traje blanco parado al final de la tabla, esperando por ellos.
—Por favor, no me digas que le temes a los barcos —suplica el rubio al ver que Sofi no se movía del lugar.
—Para nada —lo mira y le sonríe—. Es maravilloso.
—Espera a verlo por dentro —expresa en tono cómplice.
La toma de la mano y la i***a a caminar hasta el yate. Cuando están llegando, a solo unos pasos del hombre que los esperaban, ella lee el nombre del barco. "Niña".
—¿Bambina? —pregunta Sofi sorprendida.
—Te representa —se limita a decir.
Asiente hacía el hombre en que ahora Sofi presta atención y ve que lleva una gorra.
—Bienvenido, señor Russel —saluda al rubio y luego a Sofi—. Bienvenida, señorita Stagnaro.
—Russel —corrige Ian—. Señora Russell.
—Ian —lo reprende ella.
—¿Qué? —La mira—. Eres mi mujer, acostúmbrate.
Ella rueda los ojos.
—No es eso, se supone que es nuestra primera cita, o sea, no estamos casados, sigo siendo Stagnaro —le recuerda.
—Que bien te metes en tu papel —suelta con cinismo, mientras el capitán del barco los miraba divertido.
—No le haga caso. Tiene problema de conducta —bromea con el capitán—. Está trabajando en eso.
—¿Cuántos años crees que pueden darme si me defiende en un estrado? —le dice al capitán.
—Ian —chillala ella.
—Muchos —articula el hombre sonriendo.
—Eso pensaba yo.
—Síganme por favor —entona el hombre y con un asentamiento camina delante de ellos adentrándose al yate. Ambos lo siguen y Sofi recorre con los ojos todo el lugar estudiando cada rincón. El capitán los lleva hasta la proa, en donde una mesa redonda con mantel blanco, los esperados. Está servida para dos y en el centro se encuentra una vela azul. Ian le corre la silla para que se sienta, en plan caballero y luego se acomoda frente a ella.
—La verdad, estoy muy impresionada —exclama Sofi.
—Y recién comenzamos.
—¿Les traigo la cena? —hace acto de presencia un camarero.
—Por favor —contesta Ian. Él chico asiente y se retira para buscar la cena. Ian clava sus ojos en los de Sofi—. ¿Recuerdas qué fue lo primero que comimos juntos? —indaga, mientras sirve un poco de vino rosado en la copa de Sofi.
—¿La verdad? —pregunta temerosa, porque sinceramente no recuerda la primera vez que comieron juntos. No sabe exactamente a qué se refiere.
—La verdad —repite Ian y ella se torna los ojos.
—Fue el desayuno, te hice wafles en tu casa.
Ian niega con la cabeza sonriendo de costado.
-No.
-¿No? —ahora ella está de verdad confundida.
-No. Nosotros comimos juntos mucho antes —le hace saber y sonríe victorioso al verla desconcertada.
—Lo habrás hecho con otra, no conmigo —suelta ella y el rubio se carcajea.
—Eras tú. Imposible confundirme.
—Mmm… ¿Calzone?
-No.
—El dulce de leche cuenta?
La risa de Ian se hace más estruendosa.
—No —entona todavía riendo.
—No lo sé, Ian. Me rindo.
Sofi suspira y en ese momento llega el camarero con la cena. Deja un plato frente a ella cubierto con una tapa de plata, hace lo mismo con Ian y luego con un leve movimiento de cabeza se retira.
— ¿Deberás no recordars lo primero que hemos comido juntos? —interroga a Ian—. ¿Estoy un paso adelante en eso? —suelta meneando la cabeza sonriendo con triunfo.
—Es lo que comimos esa vez que yo no recuerdo, ¿verdad? —pregunta señalando el plato cubierto.
—Averígualo —la i***a el rubio.
Ella le hace caso y destapa su plato, dejando al descubierto sus famosos tirabuzones con kétchup. Sin poder evitarlo comienza a reír.