—No puedo creer que recuerdes ese día —expresa sin dejar de reír.
—No puedo creer que NO recuerdes ese día —imita él.
—Pero si me hubieras dado más pistas sabría que estabas hablando de mis tirabuzones a los que tanto desprecio les habías hecho sin siquiera probarlos antes —se defiende ella.
—Da igual. Fue nuestra primera comida juntos. Fue la primera cosa rara que me hiciste probar.
—Ahora me vas a decir que no te gustaron —esboza acusándolo.
—Me encantaron. Es más —Se levanta y acerca su silla, sentándose al lado de ella—… Es mucho más rico cuando tú me lo haces probar, prácticamente obligándome a hacerlo —Frunce el ceño—, arrugando la frente por tu enojo —señala mostrándole como fruncia el ceño.
Ella toma su tenedor y pincha un tirabuzón, lo mezcla bien con el kétchup y luego haciendo burla de lo que él le había dicho fruncir el ceño y tiende la comida hacía él, dándole de comer en la boca. Él acepta sonriendo.
—Definitivamente, de esta manera sabe mejor —entona el rubio.
Comieron de esa manera, dándose de comer uno a otro hasta acabar con los dos platos de "macarrones con kétchup" según Ian y "tirabuzones con kétchup" según Sofi. Una vez terminaron la cena y el vino, él la toma de la mano y la obliga a levantarse.
—A dónde vamos? —curiosa Sofi.
—A comer el postre —respondió él.
—Ian —advierte ella.
—Lo siento, Sofi, pero no te voy a dar el postre delante de la gente de servicio.
Aquello hace que ella se ría. Estaba media avispada por el vino y le causaba muchas gracias sus contestaciones.
Ian la hace bajar al camarote y la lleva a una habitación con una enorme cama redonda, luz tenue, velas por varios rincones del lugar, el aire impregnado de canela y el suelo tapado en una alfombra hecha de pétalos de rosas rojas. Ian camina hasta el reproductor de música y en los altavoces comienza a sonar la suave y sensual música de R. Kelly con su canción Take my time tonight, inundando el ambiente. Él siempre tenía una canción para llenar el ambiente en cada ocasión y en cada encuentro que tenían.
Ian se acerca con lentitud a ella, quien se había quedado a pasos de la entrada admirando el lugar, queda a unos centímetros de su mujer, le pasa las manos en sus caderas, con suavidad se acerca a su rostro, pero se guía hacía su cuello inspirando el aroma femenino, cerrando los ojos y rozando la piel nívea con su nariz, notando como el cuerpo femenino se estremece bajo su tacto y sonríe sobre su piel por la audacia del cuerpo de la joven. Puede sentir como su pecho comienza a subir y bajar con más rapidez, su respiración se acelera y eso hace que él reaccione ante lo receptivo del cuerpo de ella.
—Ian —dice su nombre en un suspiro.
El rubio besa el cuello con delicadeza, luego muerde con cuidado su piel. Roza con su lengua la clavícula provocándole un breve temblor y que toda la suave piel se erice.
—No se supone que esto se haga en la primera cita —hila como puede Sofi.
—Solo vamos a comer el postre —irrumpe en su boca aprovechando que tenía la boca abierta para replicar lo que él le había dicho.
Pone una mano en su nuca apretándola más hacía él, haciéndola sentir como de ansiosa estaba por su cuerpo, por tenerla desnuda en la redonda cama y perderse en ella sin pensar en un mañana. Terminar con esa estupidez de la primera cita y su regla de las cinco citas. Era su mujer por Dios Santo, no podía no hacerle el amor en ese momento. Tenía que tenerla y continuar toda la noche con ella, mostrándole todo su amor. Mostrarle lo difícil que es no tenerla en todo momento.
Pero sabía bien que debía ser un caballero y, maldice por haber pensado en eso de las citas y hacerse el señor inglés. Quien lo habrá mandado a hacer semejante idiotez. Juntando todo de sí, de a poco se separa de ella. Dejando su frente apoyada en la de ella.
¿Quieres el postre? —le pregunta soltando un suspiro.
—¿Me estás preguntando en serio? —pregunta ella. Ian sonríe.
—Sí —Se separa del todo de ella y la toma de la mano—. Ven.
La lleva hasta un mueble en donde reposaban tres fuentes de acero, en una ella puede ver que había chocolate fundido, en la otra, frutas recortadas prolijamente (fresas, bananas y melocotones) y, en la tercera fuente, lo que no podía faltar jamás para ellos, el dulce de leche.
—Ian —música Sofi.
—Tienes que elegir —le hace saber.
—El dulce de leche —entona mirándolo con una sonrisa de saber muy bien por qué lo elegía.
—Eso lo sabía —suelta con suficiencia—. ¿Pero con qué fruta?
-Banana. Definitivamente, plátano, queda riquísima con el dulce de leche.
Ian asiente y toma un trozo de plátano, lo unta en el dulce y luego lo lleva a la boca de ella. Sofi degusta su postre.
—Te toca —le dice tomando un trozo de plátano para llevarla al dulce.
—No vas a preguntarme qué prefiero? —indaga elevando una ceja.
—Nop —se limita a decir y le lleva el postre a la boca, el cual él lo acepta sonriendo.
—Tienes razón, queda muy rico con el dulce de leche.
—Todo queda muy rico con el dulce de leche.
—Hay algo que queda sublime con el dulce de leche —murmura Ian pegando su boca a la de ella.
— ¿Qué cosa? —Susurra Sofi.
—Tú —Pega su boca a la de Sofi saboreando el dulce del postre en esa boca donde siempre pierde el rumbo—. ¿Podemos saltarnos las cuatro citas restantes? —Le pregunta con casi nada de aire por el arrebatado beso.
—Estaba pensado en preguntarte lo mismo —le contesta.