Sofi se encontraba corriendo, saltando, tropezando, yendo de un lado a otro con los nervios a flor de piel y todo se debía a Ian. Por más que ya estén casados, por más que ya hayan estado juntos de muchas maneras, no dejaba de sentirse nerviosa y ansiosa cuando se trataba de Ian.
Todavía la hacía sentir de una manera diferente, en algún momento pensó que una vez casados, ya no iba a sentirse así, pensó que sus nervios y su extraño dolor de estómago, se le iba a acabar. Pero no fue así. Todavía seguía sintiéndose inhibida cuando se trata de Ian, nervioso y como si fuera su primera vez.
Tratando de calmarse un poco, cierra los ojos frente al espejo y toma unas cuantas respiraciones, tal cual, más de una vez la escuchó a Lina.
—Inhala paz, exhala amor —repite varias veces.
Abre los ojos y observa con detenimiento su reflejo en el espejo, había pasado mucho el último año, todo a su alrededor, su vida cambió, ella cambió. Tiene un buen trabajo, tiene amigos, tiene un hijo, arregló las diferencias con su abuela, tiene un hombre que se esfuerza por darle lo que ella quiere; está casada. Pasaron muchas cosas en menos de un año y gracias a Dios, fueron cosas buenas.
Ahora casi, casi, no parecía ella, era una mujer más madura, más adulta y eso le gustaba. También sabe bien que eso se lo debe a Ian, al menos en su gran mayoría.
Escruta su atuendo y asiente con la cabeza satisfecha con su vestido.
Un vestido de encaje blanco y sandalias con tacón bajo, su pelo con hebillas cayendo por los lados de su rostro. Pero lo que la hacía más hermosa, más viva, era el brillo en sus ojos verdes. Era el amor y la felicidad lo que la hacían ver mejor. Y eso, ella lo sabía.
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Ian salió de la ducha con una toalla envuelta en sus caderas y con otra secándose el cabello. Camina hacía su cuarto y posa su mirada en la cama, donde reposa un traje de Vintage de color azul, negando divertido con la cabeza se acerca y lo toma apoyándolo en su torso para probárselo.
Sin perder más tiempo se dispone a vestirse. Una vez con el traje puesto se observa en el espejo tratando de hacerle el nudo a la corbata. Para ser más claros, estaba peleando con la corbata.
—Dios —farfulla, exasperado—, odio las putas corbatas —Tira de ella y la lanza sobre la cama, rindiéndose con ella—. A la m****a —Se mira de nuevo al espejo desabrochándose los dos primeros botones de la camisa—. Estoy guapo con corbata o sin ella —bromea consigo mismo.
Soltando un sonido suspiro, se echa una última mirada y se dispone a salir de su casa en busca de su mujer, llevarla a esa cita y hacerle sentir todo lo que él siente por ella y que es tan fuerte que no puede ponerlo en palabras. Es algo más que un "te amo" él lo sabe, pero no tiene un calificativo para expresarlo verbalmente, por lo que lo va a expresar con hechos, en definitiva, eso es lo que siempre se guarda uno y no las palabras.
Sale de su casa para subirse al nuevo auto importado, nada más y nada menos que un Land Rober, que compró en especial para esa noche.
En la mitad de tiempo que normalmente le tomaba llegar al apartamento de Sofi, estacionó frente al edificio. Baja de su auto, se mira en el espejo retrovisor, se guiña el ojo a si mismo dándose el visto bueno y camina a paso seguro y firme hasta la puerta del edificio.
Una vez en la puerta, toca el timbre y espera ansioso para escuchar el pitido de la puerta que anuncia que con solo empujarla ya puede entrar. Sube al ascensor limpiando pelusas invisibles en su traje. Sus nervios se están apoderando de él.
—Parezco un puto adolescente —suelta riéndose de sí mismo.
En cuanto se planta en la puerta de Sofi, suelta el aire que venía reteniendo y suspira de manera sonora. Golpea con suavidad y espera a que la bendita puerta se abra para dejarle ver a la mujer que roba sus pensamientos, la mujer que hizo que crea en algo que sintió tan lejano como el amor, la mujer que le robó el corazón.
La puerta de abre y aparece ella con una sonrisa tímida y toda vestida de blanco. Parecía un ángel.
«Ahora ya te pareces a Alex» mofa Ian en sus pensamientos.
Se mirando quedan sin decir ni una palabra, ninguno de los dos podía hilar algo coherente que decir. Él estaba perdido en la hermosura de ella. Sofi estaba sorprendida al verlo por segunda vez con traje y no se trataba de un evento especial como lo había sido su casamiento.
—Estás —Carraspea su garganta y lo vuelve a intentar—… Estás hermosa, Sofi.
—Gracias.
Baja la mirada sintiéndose cada vez más nerviosa.
—Me va a resultar un poco difícil comportarme como un caballero —le confiesa.
—¿Y eso por qué? —quiero saberla.
—Estoy tratando que tengamos una cita. Nunca tuvimos una y quiero dártela. Sé que es un poco tarde para eso, es decir, tendríamos que haber comenzado por ahí, pero, mejor tarde que nunca —Le sonríe y la mira clavando su mirada en la de ella—. ¿Puedo besarte? ¿O no está permitido en la primera cita?
—En realidad no deberías, es la primera cita y está la regla de las cinco citas y…
—Sofi —advierte divertido.
—Puedes besarme —le sonríe y le toma del saco para acercarlo a ella.
—Gracias —murmura rozando sus labios con los de ella al moverlos.
Pega su boca a la de Sofi con suavidad, probando el terreno, sus manos comienzan a tener vida, una se posa en las caderas femeninas y la otra en su nuca instándola a profundizar el beso. Se abre paso con su lengua y busca la de ella con avidez. Cuando siente que va a perder el control, se separa de ella llevándose el labio inferior con él, lo succiona y lo deja suavemente para apoyar su frente a la de la joven. Sus respiraciones están aceleradas, les cuesta mucho trabajo normalizarlas y ambos suspiran sabiendo bien que si quieren seguir con la cita deben parar.
—Será mejor que nos vayamos —murmura con los ojos cerrados y ella asiente en silencio.
Sofi busca un abrigo y sale cerrando la puerta tras ella. Salen del edificio, Ian la lleva hasta su auto. Sofi al verlo queda con la boca abierta y él ríe al ver su expresión.
—No digas nada —entona sonriendo.
Le abre la puerta del auto como todo un caballero.
—Viene en serio —comenta ella, parándose frente a él con la puerta en medio.
—Siempre —le roba rápido un beso y sonríe al ver como se asombra por ese acto.