—El doctor va a crucificarnos —le murmura Alex a Lina.
Estaban sentados uno al lado de otros tomados de la mano en el avión privado de Alex, junto a ellos iban: Aye, Gaby, Tony, Sole, Erik, Mateo y los recién casados, Sofi e Ian. Pasaron una semana en Milán y ahora regresaron todos juntos a casa. El avión destilaba alegría por doquier y todo era una leve calma y mucha paz. Estaban todos relajados y tranquilos, y eso era lo que se palpaba en el aire dentro de ese avión.
—No te preocupes, ya pasó el tiempo que tenía para estar en reposo y me siento absolutamente bien —lo tranquiliza ella con una sonrisa.
—De todas maneras, no teníamos que haber venido —Como notó que ella iba a replicar se apuró a hablar—. O al menos deberías haberte quedado en la habitación en cama y no pasar por todo Milán —le regaña con cariño.
— ¿Perderme esa hermosa ciudad? Ni de broma, Alex; no podía estar en Italia y no viajarla, no la conocía y lo sabes.
Alex suspira.
-Si; perder. Pero podíamos volver en cualquier otro momento —le recalca.
—Da igual, ya lo hicimos y te repito estoy bien —Se gira sobre su asiento y lo mira con una sonrisa de costado—. No discutamos, ¿si? Ya está hecho y no vale arrepentirse —Besa con cuidado su boca y le sonríe mirándolo a los ojos.
—Eres mala y manipuladora —le acusa y ella se ríe.
—¡Pero si soy un amor! —bromea.
—A veces —murmura, tomándola de la nuca para besarla como es debido y como a ella le gusta.
—Después soy yo la manipuladora —se mofa cuando Alex separa su boca.
—Y lo sigues siendo —le indica entornando los ojos.
—Dejen de comer delante de los pobres —se queja Tony, que estaba en diagonal a ellos.
Haciendo reír a todos los presentes.
Luego de casi tres horas estaban entrando a territorio argentino, Lina se encontró dormida recargando su cabeza en el hombro de su hombre, quien no había soltado en ningún momento la mano de ella. Los niños también dormían, al igual que Sole que, por el avanzado embarazo, dormía casi todo el tiempo, mientras no comía, por supuesto, en cualquier lugar donde caía. Mientras que los demás llevaban una conversación amena y comentaban sucesos de la boda y de momentos que han tenido en su estadía en Milán.
Una hora y media después estaban bajando del avión, cada uno con el cansancio del viaje en sus cuerpos, por lo que se encontraban caminando por inercia y sin decir más de lo justamente necesario.
Erik había encargado varios autos para que llevar a cada uno a sus correspondientes hogares, sabía muy bien que no iban a seguir reunidos, ya que estaban muy cansados y, además, como le pasaba a él, estaba seguro que cada hombre quería perderse en el cuerpo de sus mujeres. Estaba muy ansioso por echar a su pelirroja en la cama y tenerla bajo de él, mientras besaba cada rincón de su cuerpo.
Por lo que, todos se despidieron en el estacionamiento del aeropuerto, subieron a sus autos asignados y tomaron camino hacia sus casas.
—Así que —comienza Alex con un tono extraño. Una vez que ya están en el refugio de su habitación—… ¿Ya te sientes mejor? Es decir, ¿estás bien?
Lina lo mira entornando los ojos para averiguar a qué se debía esa pregunta, pero le bastó solo ver esa media sonrisa maliciosa para saber lo que su hombre quería.
—Estoy mejor que bien —contesta con insinuaciones.
Se quita la chaqueta y la arroja en una silla que ubicada a un lado de la habitación. Tenía que aprovechar que estaba como nueva, o eso creía, y también que Aye dormía.
Alex sigue atento el vuelo de la chaqueta y vuelve rápido la mirada a las manos de Lina, que estaban ocupadas desabrochándose la blusa. Él se muere el labio inferior al ver caer la prenda a los pies de ella, sin cuidado. Clava sus pupilas a las de Lina, observando la mirada perversa que ella irradiaba.
«Me estás provocando», piensa sonriendo de costado al notar como su cuerpo comienza a reaccionar ante la acción de Lina.
Con manos delicadas, ella comienza a desabotonar su pantalón, para luego, con movimientos de caderas, bajárselo endemiadamente lento. Con ayuda de sus pies se quita los zapatos y deja caer el pantalón. Dejando al descubierto su ropa interior de encaje negro.
Con pasos seguros y lentos, sin quitar sus ojos de los de su hombre, Lina camina hacia Alex, cargando la cabeza.
—Tienes mucha ropa —le murmura recorriendo su mirada por el cuerpo del cuerpo masculino.
—Creo que ya olvidé como se quita —entona provocándola.
—Yo tengo buena memoria.
Lina tiene sus pies a un centímetro de los pies de él. Lentamente levanta una de sus manos, rozándole la entrepierna, provocando que Alex inspire profundamente. Sube por el cuerpo masculino apoyando solo el dedo índice en éste. Se acerca más a él y sube la otra mano haciendo exactamente lo mismo que hizo con la anterior. Le quita el saco, lanzándolo hacia la silla, donde había lanzado su chaqueta con anterioridad. Comienza a desabotonar su camisa y por cada botón que abre, es un beso que deja caer en él. Sus respiraciones ya están perdiendo la normalidad y sus cuerpos ya están subiendo la temperatura, pero ella no va a parar, ni mucho menos va a apurar el proceso. Lo extrañaba, fueron más de dos semanas sin sentirlo y eso la estaba matando. Cada vez que se le insinuaba, él con su caballerosidad, la rechazaba por miedo a dañarla. Sabe bien qué si comienzan, ninguno de los dos va a ser cuidadoso y siempre se dejan llevar por la pasión, por lo que el miedo en esos días siempre estaba presente. Aunque Alex se moría por poseerla, no podía hacerlo, no sin temer por su bienestar.
Una vez que la camisa quedó fuera y el torso de Alex al descubierto, ella pasó su dedo índice por arriba del cinturón, rozando el vientre masculino, con eso provocando que toda la piel masculina se erice y su erección palpite más fuerte.
—Deja de provocarme —le advierte, no obstante, ella lo mira sonriendo con maldad.
Sin contestarle nada en absoluto, tira del cinturón y lo desabrocha. Se encarga del pantalón y, en un movimiento rápido, se lo quita, dejándolo caer a sus pies. Alex se quitó los zapatos imitando la forma que lo había hecho ella con los suyos.
El chico solo está en bóxer y ella lo mira cargando la cabeza conforme se mordiéndose el labio inferior. Alex eleva una ceja esperando el siguiente movimiento. Pero Lina tiene ganas de jugar, no quiere darle riendas sueltas todavía a la pasión, y todo por el tonito de advertencia que le dio segundos antes, Alex.
Lina se aleja unos pasos de él y con el dedo índice comienza a recorrer su propio cuerpo desde el medio de sus senos hasta llegar al borde de su tanga. Alex toma aire, llenando sus pulmones y cierra por unos segundos los ojos.
—Ángel —advierte con voz ronca, pero ella lo ignora con descaro y vuelve a subir el dedo hasta su cuello.
Cuando esta por bajar el dedo de nuevo, siente unas grandes manos que la alzan por la cintura provocando que pegue un grito ahogado. Sin verlo, Alex se acercó a ella como un animal a su presa y la levantó del suelo llevándola con él hasta la pared más cerca de la habitación.
—Dije que no me provoca —le recuerda con su rostro tan cerca de ella, que sus narices se rozan y sus alientos se hacen uno.
— ¿Yo te provoca? —pregunta con sorna, cosa que hace que Alex le aprete con una fuerte mano una nalga.
—Todo el tiempo —muerde su cuello, ella gime y él sonríe sobre nívea piel—. Ahora me voy a encargar de hacerte pagar.
Lina traga en seco y él muere el lóbulo de su oreja.
—Todavía tienes mucha ropa —balbucea la joven.
—Igual que tú.