Capítulo 52. Liam
Al día siguiente, la enfermería estaba casi en penumbra, iluminada por unas pocas lámparas de aceite que proyectaban sombras danzantes sobre las paredes de piedra. Alina empujó la puerta con suavidad, intentando no hacer ruido. El olor a hierbas medicinales y alcohol llenaba el aire, envolviendo el lugar en una calma engañosa.
Liam estaba recostado en una de las camillas, con el torso cubierto por una manta gruesa. Dormía de lado, con el cabello despeinado cayéndole sobre la frente, y por un momento, Alina se quedó quieta, viéndolo respirar. Era tan solo un muchacho de dieciséis años, pero en sus ojos había una determinación que la conmovía.
—Liam… —susurró, acercándose a la cama y rozándole la mejilla con la mano—. Hermano.
Él abrió los ojos despacio, parpadeando contra la luz tenue, hasta que la reconoció.
—Alina —dijo, su voz ronca—. Pensé que no te dejarían verme más.
—Tuve que insistir. —Se sentó junto a él y le sonrió con dulzura—. No voy a dejarte solo.
Liam suspiró y trató de