Capítulo 41. Nuevas posibilidades de traición
La mazmorra estaba en silencio, envuelta en una oscuridad húmeda y fría. Solo el eco de los pasos descendiendo por la escalera de piedra rompía la quietud. Soriana sujetaba una bandeja entre sus manos, el vapor de la sopa aún subía en espirales suaves, mezclándose con el aire rancio del pasillo subterráneo. No se molestó en anunciarse. Carl siempre sabía cuándo venía.
Cuando abrió la reja, lo encontró sentado en el rincón más lejano de la celda, con las rodillas dobladas y los brazos cruzados sobre ellas. Sus ojos, apagados por los días de encierro, se iluminaron un poco al verla.
—Te traje comida caliente —dijo ella con una sonrisa que no alcanzaba a tocarle los ojos.
Carl se incorporó con lentitud y se acercó a los barrotes. No era un hombre débil, ni siquiera en su papel de Omega. Tenía fuerza, lealtad… y amor. Por ella.
—Gracias, Soriana —murmuró, tomando la bandeja a través de la rendija.
Ella se agachó a su lado, sentándose sobre la piedra fría sin preocuparse por ensuciarse la