Capítulo 40. Ecos

El eco de los pasos sobre el mármol resonaba en la sala del Consejo, un lugar envuelto en piedra antigua, estandartes bordados a mano y el olor persistente de incienso. Matilda, la anciana alfa, se hallaba en el centro, con su bastón de madera de roble apoyado entre sus rodillas. A su alrededor, los miembros del Consejo estaban sentados en semicírculo. Martha, rígida como una estatua de hielo, mantenía la barbilla alta y la mirada fija en la entrada.

Devon entró primero, seguido de Alina. El ambiente se tensó al instante. Aunque había salvado vidas y demostrado valor, Alina seguía siendo una extranjera para muchos. Y después de los recientes acontecimientos, sus lazos con los Darkfang volvían a ser una herida abierta.

—Gracias por venir —comenzó Matilda con voz clara—. Esta sesión extraordinaria del Consejo ha sido convocada para tratar asuntos de seguridad relacionados con los recientes sucesos en nuestras fronteras.

Devon asintió con respeto.

—Recibimos una amenaza implícita a travé
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