Capítulo 42. La antigua profecía
La madrugada envolvía el castillo en un silencio espeso, apenas roto por el susurro del viento entre las almenas. Alina no podía dormir. Algo dentro de ella la impulsaba a caminar, como si una fuerza invisible la guiara. Dejó su habitación sin hacer ruido y descendió los pasillos de piedra, descalza, sintiendo el frío de las losas bajo sus pies.
No sabía con certeza por qué iba hacia la biblioteca antigua. Ese lugar, apartado y casi olvidado por todos, era más un archivo de historia que una sala de lectura. Estaba cerrada con una gruesa puerta de hierro, pero la llave siempre había estado escondida en una grieta del marco. Devon se lo había mostrado tiempo atrás, sin imaginar que ella alguna vez desearía usarla.
Entró en la penumbra. El olor a pergamino viejo y polvo la envolvió como un abrazo nostálgico. Encendió una lámpara de aceite y avanzó entre los estantes. Su mirada recorrió los lomos de los libros hasta detenerse en una sección marcada con una runa antigua, símbolo de la unió